La expectación en Francia, en el denominado primer mundo –porque muchos países tienen como problemas el hambre, la guerra, las masacres, la mortandad infantil, no precisamente quién va a ganar unas elecciones legislativas-, es grande.
Se veía venir que iba a ganar en primera vuelta Agrupación Nacional, de Marine Le Pen: así ha sido, con un 33,15% de los votos, y en segundo lugar la coalición de izquierdas Nuevo Frente Popular, un amasijo frentista de comunistas, socialistas y ecologistas, evocando el Frente Popular francés entre 1936 y 1938. Y en tercer lugar el partido del presidente Macron.
¿Qué sucederá en la segunda vuelta, el domingo 7 de julio? Lo previsible es que gane Le Pen, aunque no hay que descartar que la movilización de todos contra Marine Le Pen consiga lo que, hoy por hoy, parece poco probable. No ha sido una sorpresa, y eso supone un suelo electoral muy sólido.
Me ha llamado la atención que Marine Le Pen ha sintetizado su programa en un cambio de los tres principios revolucionarios franceses: ha esgrimido como bandera “libertad, seguridad y fraternidad”, cambiando el segundo de “igualdad” por el de seguridad.
Un cambio ideológico de calado, en mi opinión, ajustado a la realidad actual francesa, las inquietudes y preocupaciones cotidianas de los franceses.
La “seguridad” puede tener muchas acepciones o interpretaciones. A todos nos interesa la seguridad, es legítimo ese deseo. Sin embargo, en vez de “seguridad” me daría más tranquilidad el término “dignidad” o “justicia”. Un cambio de palabra que no considero “revolucionario”, sino de tipo electoralista, aunque interesante
Ese cambio refleja buena parte del núcleo de su programa: la inseguridad va en aumento entre los franceses, por razones internas y por razones internacionales, ya que Le Pen dista de los planteamientos “arriesgados” de Macron respecto a la guerra ente Rusia y Ucrania. Y suele aludir a la inseguridad laboral. Por supuesto, a ordenar la inmigración.
Entre los alarmados porque Le Pen puede llegar al poder, se oyen las manidas expresiones de “extrema derecha” o “ultraderecha”. Es curioso que apenas se alude a la nefasta historia del Partido Socialista francés, de los partidos de centro en el sentido amplio y de izquierdas, y que esa crisis ha propiciado el ascenso de Le Pen.
Nadie lo reconoce, y sin embargo hay que recordar que “los niños no vienen de París”, tienen un origen y una historia. Macron, imprudente, hablando incluso de riesgo de guerra civil ¿o lo dice por las algaradas y violencia callejera de la izquierda francesa ante el ascenso de Agrupación Nacional? El panorama político francés es preocupante.
Desde luego, entre los más asustados ante un posible triunfo de Le Pen está Carles Puigdemont. Marine ha afirmado que será implacable con esa situación “vergonzosa y humilla a Francia, que sirve, una vez más, de lugar de referencia para los criminales”. A ver si Puigdemont ha de huir, otra vez, en el maletero de un coche a otro país.
En el eje del programa de Agrupación Nacional está la prioridad en el trabajo y en las ayudas sociales para los franceses. Francia para los franceses, en definitiva, un mensaje que ha calado entre los votantes, un nacionalismo peligroso. Sin embargo, si se indagan cifras de diversos sectores laborales, más bien es una “preferencia” o “tendencia”, porque sencillamente es irrealizable en muchos aspectos. Francia tiene un 7,7% de población extranjera, y España tiene más: un 13,4% de extranjeros: atentos a este dato.
Francia tiene 16.345 médicos extranjeros, y un tercio de los agricultores son extranjeros. No digamos personal de limpieza y puestos del sector público. Algún español puede pensar que es lo que sucede en España: algunos se quejan de la inmigración, pero los inmigrantes aportan mucho a nuestra economía, y llama la atención que cubren miles o millones de puestos de trabajo que los españoles desprecian y no quieren, como es el caso de albañiles, limpiadoras, bares, hostelería, agricultores, cuidadores de enfermos y ancianos. Los ni-nis, los okupas…de todo ello sabemos mucho en España.
Sobre la situación política en nuestro vecino país, conviene conocer el programa electoral de Le Pen para tener una idea cabal. Inmigración, por ejemplo: plantea un referéndum, por lo que no hay que tirarse de los pelos. Aunque bien es cierto que los partidos proponen medidas en campaña y luego no las cumplen, o esconden otras: de eso vamos sobrados en España, pues Pedro Sánchez escondió y desmintió la amnistía, hasta que renovó el mandato, llevándola a cabo: traición y engaño electoral.
Y sobre los planes sobre Europa y la OTAN, una cosa es la campaña electoral y otra distinta gobernar. Agrupación Nacional es “euroescéptica”, por simplificar, pero la vida luego otorga una buena dosis de realismo. Los británicos llevaron su euroescepticismo hasta el Brexit, y no hay más que ver lo que se arrepienten.
Interesante la situación política francesa, con grandes dosis de preocupación, también por la demagogia que se está planteando. Más preocupante es la situación de España, en permanente violación del Estado de Derecho bajo el timonel de Pedro Sánchez.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.