Empleos que se desprecian

Holanda tiene más ofertas de trabajo que desempleados, 133 ofertas para cada 100 demandantes de empleo. Sí, lea este dato asombroso, real.  Aun así no se cubren los puestos de trabajo, en sectores como la hostelería o los invernaderos, los bares y hasta el propio aeropuerto de Amsterdam.  Expresamente, la ministra de Empleo, Karien van Gennip,  han aludido a la solución de contratar a españoles y franceses.

Ya se ve que no es problema únicamente de España el descartar empleos, por su inestabilidad, baja remuneración o con exigencia física.  El español quiere un trabajo bueno, y con los subsidios para desempleados algunos se conforman, en vez de complicarse la vida.

Me he fijado en los obreros que están enfrente de mi casa, pavimentado una calle: prácticamente todos son sudamericanos, no hace falta preguntárselo, y aguantan estos días el sol de justicia. Me apena que no haya españoles, la verdad: nos hemos convertido en un país de comodones.

Me lo contaba un amigo: en el servicio de vigilancia de un estadio de fútbol de Primera División –y de los más famosos– han necesitado contratar vigilantes para el verano. Se lo han ofrecido a los jóvenes que lo hacen durante el año, y muchas respuestas han sido que preferían disfrutar las vacaciones y el desempleo. Si es anecdótico, que juzgue el lector.

Tenemos tres millones de parados en España, el 13% de la población activa española, y el precio de hacer la compra no para de subir, un 15% más caro que en el último año.  Y hay dificultades para cubrir no pocos puestos de trabajo, relacionados con la construcción, bares, hoteles y transporte. No parecen asustar las durísimas perspectivas que se avecinan para el otoño, o la posible recesión económica en 2023. Se prefiere no trabajar: algo muy grave está sucediendo.

Las razones que se esgrimen, probablemente, dan con la diana sumando todas ellas. Sin embargo, el contraste entre millones de parados, dificultades económicas y puestos de trabajo que se desechan por ser duros o escasamente retribuidos, deja una sensación de que falla algo muy esencial en nuestra sociedad, que son las ganas de trabajar, aceptar trabajos duros cuando no hay otros y luchar por mejorar razonablemente la remuneración de ciertos trabajos.

Si a eso le sumamos que pocos españoles aceptar ser cuidadores de ancianos o limpieza de casas, el panorama es más preocupante, y no digamos “internas” en las casas.

En bares, hoteles, construcción y cuidadoras de enfermos y ancianos aumentan los extranjeros.  Como me decía un amigo, los extranjeros –o la mayoría– que vienen a España lo hacen “con el cuchillo en los dientes”, no reparan en cómo salir adelante, porque muchas veces vienen para sacar adelante a sus familias de Honduras, Colombia, Rumanía. 

Es cierto que esas situaciones propician injusticias que entre todos hemos de intentar eliminar o aliviar, porque se abusa laboralmente de quien se esfuerza a toda costa por sacar adelante a su familia, que sigue en su país. He de reconocer que he conocido algunos casos que me admiran: tienen como prioridad la familia, labrarse una profesión mejor en España con el paso de los años, traerse a la familia, darles escolarización a sus hijos y que hasta los abuelos disfruten del bienestar de nuestra sociedad.

Gran paro juvenil y gente joven muy preparada: son nuestros jóvenes menores de 35 años. Muchos han emigrado en busca de un trabajo mejor, como es el caso de enfermeros que perciben un sueldo en los países nórdicos o Gran Bretaña impensable en España. Algunos vuelven: no todo es tan idílico, y la familia se echa en falta, un proyecto familiar, unas raíces. 

Se sigue despreciando la FP, por parte de los jóvenes y de sus padres, porque aspiran a más. La FP tiene más garantías de empleo que las carreras universitarias, pero se sigue relegando. Lo que estamos viviendo, y siento decirlo, es producto de querer vivir bien sin excesivo esfuerzo, a costa de los abuelos, de los padres… y con subvenciones o subsidios a granel. Son los padres los responsables, mucho más que los jóvenes.

  • Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
    Escribe, también, en su web personal.