Me comentaba, hace unos días, un amigo médico que vivimos en una sociedad que bien podría denominarse “Estado del Malestar”, en contraposición a la manida expresión de Estado del Bienestar.
En España, especialmente, se está legislando y gobernando –y no sólo a nivel político, también en el ámbito cultural y educativo- en una dirección que conduce a muchas personas hacia un “malestar”, unas veces porque se confunde el Malestar con el bienestar subjetivo, otras veces porque se produce daño, se justifica, se fomenta, y aparentemente seguimos tan contentos, en una burbuja que seguimos calificando como “bienestar”
El Tribunal Constitucional, muy dividido en una materia tan crucial como la vida humana, ha aprobado que puedan abortar las menores de edad de 16 y 17 años, sin consentimiento de sus padres.
El aborto va en aumento, tanto en cifras como en ampliación de supuestos. Curiosamente, muchos admiten que no es la solución adecuada, pero con el matiz de “respetar” a quien quiera abortar. Es un respeto algo sospechoso, porque parece que se quiera esconder, evitar el debate, ignorar las causas. Se provoca la muerte de casi 100.000 fetos cada año en España, y estamos impasibles ante esa tragedia, justificándola como modernidad, inevitable solución o incluso derecho.
Es asombroso, digno de estudio. Se oculta el sufrimiento de la madre, del progenitor que ni siquiera es consultado, se financia el aborto con fondos públicos y no hay dinero para el ELA, los cuidados paliativos, etcétera, y el lector puede ampliar la lista.
Si escribo estas líneas no es por pesimismo, sino con el afán de aspirar entre todos a un mayor bienestar real. Mucha gente da pena, y más si son parientes o amigos. Se rompen los matrimonios, derretidos, aun reconociendo el daño a los hijos y el que muchas veces sufren los cónyuges: en ese clima, muchos optan por no casarse, convivir, también porque se hacen “menos daño” si no se casan, y se va probando sin un auténtico bienestar.
¿Qué es el “bienestar” y qué es el “malestar”, lo que nos imponen grupos de poder para explotarnos económicamente o ideológicamente, o lo que de verdad hace a la persona y a la sociedad más humana, feliz y plena, en definitiva de “bienestar” físico y moral? Sinceramente, no me presto al juego torticero, interesado y cruel.
Es evidente que la sentencia del Tribunal Constitucional legitima las relaciones sexuales con precocidad y el Estado asume las consecuencias, admitiendo el aborto sin consentimiento paterno a los 16 y 17 años. Además, están aumentando las enfermedades de transmisión sexual, por lo que esta sentencia es un paso del “Estado del Bienestar” a un “Estado del Malestar”, expresión y concepto que brindo para debatir y ahondar. Para votar se exigen 18 años; para abortar, no: ¿alguien lo puede explicar?
Se evitan los datos y estudios sobre los muy nefastos efectos psicológicos entre las mujeres que abortan, y especialmente en las jóvenes que abortan. En ese Estado del Malestar se disimula la crueldad del aborto, se vende como un derecho, se esconden los crecientes casos de enfermedades sexuales, se tapan los casos de suicidio o de tentativas entre las jóvenes.
¿Resultado? Jóvenes con mayores problemas psicológicos, con muy escasa capacidad de afrontar el estrés natural de esfuerzos en la vida, con aumento de violencia hacia los padres. Les estamos robando dosis de felicidad a los jóvenes, engañándoles con lo fácil: comprándoles un teléfono móvil nuevo cada año o cada dos años, que viene a ser como la foto del engaño.
Los padres y educadores pueden corroborar que los jóvenes son más inmaduros, se les da todo y apenas se les pide. Beneficiaría a los jóvenes y a la sociedad potenciar al joven paciente, tranquilo y con calma, que se forma con rigor y hacia un futuro alentador, a quien no se le hable de sexo meramente como placer ni como un juego, sino algo unido al cariño auténtico y a la madurez. Familia y niños -¡la crisis de natalidad!- requieren madurez y responsabilidad, no veleidades pasajeras ni amoríos de unas horas.
Muchos jóvenes desean lazos estables y anhelan compromisos, es la edad de los ideales, pero la legislación y la sociedad les hablan de emociones, experimentos y hedonismo, presentándolos como “bienestar”. El Tribunal Constitucional acaba de contribuir al Estado del Malestar.
Todo lo que vale, cuesta; y lo que mucho vale, mucho cuesta. El bienestar requiere esfuerzo.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.