El pasado miércoles, 29 de mayo, Cáritas de la diócesis de Segorbe-Castellón presentó ante los medios de comunicación la Memoria de su actividad en 2023. Para mí es una cita anual imprescindible, y pienso que para todos los medios de comunicación, pues valoramos la gran tarea que lleva a cabo Cáritas, sin hacer ruido, sin comparaciones, sin echar en cara nada a nadie, y porque es noticia de primera categoría. Presidió el acto D. Casimiro López y fue el director de Cáritas, Francisco Mir, quien fue desgranando algunos datos y contestando a las preguntas.
Se destacó que, detrás de las cifras, hemos de ver que hay personas, familias, con necesidades variadas, a quienes Cáritas ayuda todo lo que puede, con una dedicación muy generosa de tiempo. Algunas cifras de 2023 son elocuentes: 28.638 personas ayudadas, 772 voluntarios, 1.759 donantes, presupuesto ejecutado de 6,6 millones. Problemas crecientes: vivienda digna –Mir aludió a personas que alquilan y realquilan habitaciones en condiciones indignas–, brecha digital, salud mental, familias monoparentales –el perfil es mujer con hijos y vivienda casi insalubre-, y los extranjeros atendidos doblan a los españoles. Es una radiografía de la realidad.
Entre mis amigos y conocidos hay unos cuantos voluntarios de Cáritas. Son admirables y conmueve su abnegado esfuerzo. Por eso titulo estas líneas con agradecimiento, porque lo merecen y por un motivo más profundo incluso: su ejemplo apela a nuestra conciencia, a nuestro estilo de vida, a nuestras prioridades. Nos ayuda a profundizar cada uno en la auténtica defensa de la dignidad humana, en nuestra vida personal.
Cáritas no lo dice, pero yo lo digo sin reparos. Presta apoyo jurídico, pero podría haber más abogados y graduados sociales que arrimaran el hombro. Forma en nuevas tecnologías, imprescindibles para trámites y ayudas: los jóvenes de ahora dominan esas técnicas y me gustaría oír y ver a más jóvenes como voluntarios para esa tarea en Cáritas. En 2023 hubo 225.058 euros de “cuotas de donantes periódicos”, y a mí me parece que debería ser bastante mayor, en una diócesis que tiene una población de 492.000 habitantes –el norte de la provincia pertenece a la diócesis de Tortosa– y 422.000 fieles, pues no todos somos católicos, y por supuesto que hay además ingresos de colectas u otros donativos. Hay muchos modos de ayudar, pero las cifras remuerden.
La gratitud obliga a corresponder, cada uno como pueda y quiera. Conviene saber que dar y darse ensancha, alegra y enriquece; en cambio el egoísmo es laberíntico y triste.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.