Hoy es el 14 aniversario del asesinato de 7 agentes del CNI en IRAK. TAL DIA COMO HOY 29 de Noviembre de 2003 antiguos miembros del servicio de espionaje de Sadam Husein tendieron una trampa a un grupo de ocho agentes del CNI en Latifiya y consiguieron matar a siete de ellos, en lo que hasta el momento es el peor desastre vivido en toda su historia por el servicio de inteligencia español.
El comandante de caballería Alberto Martínez González, El sargento primero del Cuerpo de Telegrafistas del Ejército del Aire Luis Ignacio Zanón, El brigada de Infantería Alfonso Vega Calvo, el comandante de Infantería Carlos Baró Ollero, el Comandante de Infantería José Ramón Merino Olivera, el Brigada de Caballería José Lucas Egea y el Comandante de Infantería José Carlos Rodríguez Pérez, murieron en el ataque mientras que el Sargento José Manuel Sánchez Riera, consiguió escapar, porque se le ordenó ir a buscar ayuda. En el homenaje quiero añadir al sargento primero del Ejército del Aire José Antonio Bernal Gómez, asesinado en Bagdad el 9 de octubre de 2003 y compañero de equipo del Comandante Alberto Martínez en la célula de Bagdad anterior a la invasión.
Hoy no es día de polémicas sobre si la guerra de Iraq era o no justa o sobre la existencia o no de armas químicas. La Invasión de Irak había terminado y el contingente español como muchas otras naciones del mundo, se encontraba con mandato de la ONU en misión de pacificación y reconstrucción de Iraq, de acuerdo a la resoluciones 1472 de 28 marzo de 2003 en el que el Consejo de Seguridad aprueba restaurar el programa Petróleo por Alimentos, y a la resolución 1500 de 14 de agosto de 2003, en que el Consejo de Seguridad “acoge con beneplácito” el nuevo gobierno provisional de Irak y autoriza el envío de una misión de asistencia al país por un periodo inicial de 12 meses. Por otro lado, los militares y agentes del CNI actúan siempre en beneficio de los intereses de nuestro país a las órdenes del gobierno democráticamente elegido, por lo que únicamente podemos hablar de las virtudes de estos héroes que siempre al servicio de nuestra patria y por tanto a nuestro servicio, dejaron lo más valioso que poseían, su propia vida.
No sé, si en el día de hoy algún medio de comunicación se acordará de ellos, o de sus familiares directos, ya que estos grandes hombres dejaron padres, esposas e hijos igual de ejemplares que ellos, que nunca se quejaron ante los medios comunicación, del sentido o no de la guerra de Irak o de si sus vehículos y armamento eran los adecuados, o si debían haber llevado una mejor escolta en sus desplazamientos. Porque sabían que haciéndolo servían a intereses oscuros que nada tienen que ver con los principios por los que estos agentes, en la soledad, en la sombra, en el total anonimato arriesgaron y otros como ellos arriesgan continuamente su vida por nuestro país, por nuestra libertad y por nuestra seguridad. Familiares que sufren su ausencia y sus riesgos, con el temor de no volverles a ver, mientras que ellos conocedores de la importancia de su misión reprimen sus sentimientos de no poder abrazar a sus esposas, de no poder coger en brazos a su bebe, o no poder ayudar a sus hijos en las tareas de clase o llevarles a sus actividades extraescolares como hacemos cotidianamente el resto de españoles gracias a ellos.
Porque además es bueno para una sociedad recordar a sus héroes. Que seamos conscientes de que todo no es mezquindad y materialismo. De que en España a Dios gracias queda gente así, personas que por encima de sus intereses aman a su país y a su gente y que recordar su ejemplo y sacrificio nos haga unos ciudadanos mejores, más solidarios y más unidos. Mientras nosotros nos preguntamos el sinsentido de la guerra y protestamos contra ella, ellos conocen muy bien el sufrimiento de quienes están en ella y el sentido de estar allí para ayudarles. Ellos en fin, sin conocernos, estuvieron dispuestos a dar su vida por nosotros. Por ello me duele en el alma que no les recordemos y que no ensalcemos su valor, su patriotismo, su disciplina, su compañerismo y su sacrificio, ellos lo merecen y nosotros como sociedad lo necesitamos.
Su trabajo era muy importante, ya que nuestros agentes no solo daban seguridad a nuestras tropas, sino que su veteranía les llevó a jugar un papel primordial para toda la coalición. Esto era debido a que España había mantenido desde años antes de la invasión una terminal del CNI en Bagdad con el Comandante Alberto Martínez y el Sargento Primero José Antonio Bernal, los cuales mantenían relaciones cordiales con sus homólogos iraquíes, por lo que nuestros agentes eran de sobra conocidos. La Mujabarat sabía dónde vivían, controlaba sus movimientos y tenía identificadas sus fuentes. El problema es que los espías iraquíes se pasaron en bloque a la insurgencia cuando las tropas de la coalición ocuparon Irak y sabían de sobra que nuestros agentes eran los que poseían mejor información sobre los insurgentes y sobre el terreno. De ahí el asesinato del Sargento Primero Bernal el 9 de octubre de 2003 en su casa de Bagdad y la posterior emboscada a nuestros 8 agentes justo durante el relevo, desactivando no solo al equipo saliente sino también al entrante.
El día del atentado, los agentes se encontraban realizando una visita de aclimatación y reconocimiento previo al relevo, previsto para enero. Cuatro de ellos forman los dos Elementos Nacionales de Contrainteligencia y Seguridad (ENCIS) adscritos a las bases españolas de Diwaniya y Nayaf. Alberto Martínez era el Jefe del equipo de Nayaf, mientras que Carlos Baró lo era en Diwanilla, siendo Luis Ignacio Zanón y Alfonso Vega sus respectivos colaboradores. Los otros cuatro eran los agentes designados para sustituirlos.
En Bagdad, habían visitado la CPA (Autoridad Provisional de la Coalición), y también Camp Victory, sede del CJTF, cuartel general de las tropas de la coalición junto al aeropuerto. A las 14.30, inician el viaje de regreso a Diwaniya base principal de la Brigada Plus Ultra, a 180 kilómetros al sur. A la altura de Latifiya, en el llamado triángulo de la muerte, feudo de la insurgencia, los dos vehículos todoterreno de los agentes son atacados por sorpresa por otro vehículo que logra matar al Cte. Alberto Martínez y hiere a Lucas en uno de los vehículos, y alcanzan a Vega, conductor del otro vehículo que pierde el control del mismo, y a Rodríguez, sentado detrás. Son las 15.30 y por unos minutos parece que todo ha terminado. Hay dos muertos y dos heridos graves. Baró, que asume el mando, llama con su Thuraya a la base de Diwaniya para pedir helicópteros de evacuación, pero no logra comunicar. Habla por fin con el oficial de enlace del CNI en Madrid, pero la comunicación se corta antes de que pueda facilitar las coordenadas. Llama de nuevo y esta vez son los disparos de fusilería procedentes de unas casas cercanas los que interrumpen la conversación. Baró, Merino y Zanón se echan a tierra y responden con sus pistolas, que nada pueden frente a los AK-47 y los lanzagranadas RPG de sus atacantes. Baró ordena a Sánchez que vaya a buscar ayuda.
En la carretera se ha congregado una multitud que jalea a los atacantes. Sánchez intenta detener un vehículo para huir, pero su arma se encasquilla, y la muchedumbre le rodea. Alguien le saca el cinturón e intenta atarle las manos. Otro le empuja para introducirlo en un maletero. En medio de la pesadilla se produce una escena aún más irreal: un hombre con aspecto de religioso se acerca a él y le besa en la mejilla. La agresividad de quienes le rodean desaparece. Sánchez toma un taxi y se dirige a la comisaría de policía. Cuando regresa con los agentes, los dos vehículos están en llamas y todos sus compañeros muertos.
Pistolas contra armas automáticas, por no abandonar a los heridos a su suerte, dando muestras de un alto compañerismo, uno a uno fueron cayendo como héroes, solo Sánchez logro escapar con vida, en cumplimiento de una orden recibida. Como reza la oración:
Lo demandó el honor y obedecieron,
lo requirió el deber y lo acataron;
con su sangre la empresa rubricaron
con su esfuerzo la Patria engrandecieron.
Fueron grandes y fuertes, porque fueron
fieles al juramento que empeñaron.
Por eso como valientes lucharon,
y como héroes murieron.
Por la Patria morir fue su destino,
querer a España su pasión eterna,
servir en los Ejércitos su vocación y sino.
No quisieron servir a otra Bandera,
no quisieron andar otro camino,
no supieron vivir de otra manera.
Víctor Pascual Viciedo Colonques es Presidente de la Associació de Llauradors Independents Valencians (ALIV)