Hace unos días, varios amigos y conocidos me comentaron que han archivado la denuncia por abusos que se presentó contra un sacerdote. Omito detalles. En su día bastantes medios se hicieron amplio eco de la denuncia. Nada se ha escrito o difundido sobre el archivo de la denuncia. No es ética periodísticamente esa omisión. Sobre la Iglesia, sobre los sacerdotes y religiosos en particular –ya no entro en otra gran cuestión, y es que la Iglesia no es solamente sus ministros, sino también la inmensa mayoría de laicos-, en muchos medios parece interesar únicamente el escándalo.
El informe del Defensor del Pueblo, presentado hace unos días, ocupó los primeros espacios informativos. Los abusos sexuales son una lacra que hay que atajar, por la vía civil y no solamente canónica. Sin embargo, el cardenal Juan José Omella, presidente de la Conferencia Episcopal, afirmó –y ha vuelto a afirmar este lunes pasado– que los obispos españoles sienten dolor y malestar por la “difamación pública causada por una intencionada y errónea extrapolación, realizada por algunos medios de comunicación” a partir de un dato de la encuesta de GAD3. Omella ha hablado de la “exorbitante afirmación de que en España hay casi medio millón de abusados por ministros ordenados y consagrados de la Iglesia” cuando el informe del Defensor del Pueblo recoge 373 testimonios que se refieren a 487 víctimas.
Se informa preferentemente sobre la Iglesia cuando hay escándalos. Hay evidente animadversión en ciertos sectores hacia la Iglesia, y se nota en la información. Otra causa es que la Iglesia no da publicidad, y los medios no ven peligrar ingresos publicitarios ante informaciones desenfocadas o incluso sectarias.
La amplia labor solidaria de la Iglesia incluso molesta a ciertos políticos que quieren ser únicos benefactores de los pobres. La vida cristiana, en efecto, lleva necesariamente a la solidaridad, a volcarse en los indigentes y necesitados. Sé de una parroquia que ha logrado cientos de puestos de trabajo para personas muy vulnerables, desde luego muchos más que Labora.
Me acordé de una frase de un santo aragonés, que puede llamar la atención, pero que, si se reflexiona, tiene una gran hondura: “nadie puede ganar a un cristiano en humanidad”. La fe agranda el corazón, el afán de servir, de dar y de darse: animo a pensarlo un poco. La religión es parte muy importante del ser humano, y por tanto difundir sobre todo lo positivo de la Iglesia es obligación también periodística.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.