Me dirijo a los políticos candidatos de todos los partidos. Intentaré pedir en estas líneas lo que los periodistas y los votantes, en mi opinión, agradeceremos de sus discursos, entrevistas, debates o artículos –de “propaganda”, más que de opinión- en las próximas semanas antes del 28-M. Peticiones respecto al fondo y a la forma de cuanto expongan.
En cuanto al fondo, suele haber un nivel muy bajo en lo que plantean. Algunos pueden presumir de haber cumplido el programa electoral de hace cuatro años, y si es cierto deben hacerlo: quien no lo haga es porque no lo ha cumplido sustancialmente. Silenciar este punto delata. También respecto al fondo que, por favor, hagan promesas viables, creíbles, no fuegos artificiales. Eso exige cuantificar, analizar bien lo que se promete, prever plazo temporal. La política no debe ser engatusar, prometer, dar todo a todos: hay que fijar prioridades que la sociedad demanda –empleo de los jóvenes, alquiler asequible, calidad de la enseñanza, sanidad-, sin estirar el brazo más que la manga.
Así mismo, que no se recreen en el pasado, de un signo u otro, sino que miren al futuro básicamente. Si se critica la corrupción en un partido político o gobernante, medidas para evitarla en el futuro. Para ello, los políticos deben estudiar bien lo que proponen. No son expertos en todo, pero para eso tienen asesores y hay profesionales prestigiosos.
A cuanto a la forma, se rechazan los debates con mala educación, interrumpiéndose unos a otros sin respetar el final de un razonamiento o el tiempo previsto a cada uno. Que no den un penoso espectáculo de “gallinero”. Para ello, los políticos y sus asesores no han de buscar hundir, destrozar, insultar, humillar ni rajar a otros líderes, sino hacer valer sus propias propuestas, y saber que hablar en exceso e interrumpir genera rechazo en los votantes indecisos, tal vez no tanto en los ya convencidos a estas alturas. La serenidad puede atraer más votos que la cara y los gestos crispados. Gritar no suele ser buena opción.
Y creo que no es mucho pedir que los políticos cuiden la expresión oral y escrita. Abundan los “habían” (en vez de “había”), “desde el respeto” (en vez de “con respeto”, no es un espacio o tiempo para esa preposición), “decirles que” (¡horroroso empezar así un discurso”). Que expongan, que se preparen sus intervenciones, de modo que sean claras y no una suma de frases que se les indican para repetir como cacatúas –y se nota-, sino con personalidad. No hace falta ser un orador de primer nivel, sino saber que hablar o escribir tiene sus reglas.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.