Los trabajadores de la Residencia El Pinar de Castellón están llevando a cabo concentraciones por problemas laborales. Y me ha extrañado, por el prestigio y buen hacer de esa Residencia de la tercera edad, con trabajadores que no son conflictivos. Al indagar, no me extrañan sus protestas: la Generalitat tiene pendiente, desde 2022, licitar la gestión de la Residencia, que es de propiedad pública, y gestión privada (Gesmed). Los sueldos están congelados desde 2019, sin aplicar el nuevo convenio, y las mejoras de sueldo no son retroactivas: deberían serlo y se evitaría esta injusticia por dilación.
Según parece, hay más Residencias en esta situación, tanto en la provincia de Castellón como en el resto de la Comunidad Valenciana. Susana Camarero, vicepresidenta del Consell y consellera de Servicios Sociales, está afrontando los “agujeros” que dejó el Botànic, y eso supone muchas inversiones que estaban en el limbo -¡las Residencias prometidas por Oltra, un auténtico brindis al sol, irresponsable, bajo el lema de que había llegado para rescatar a las personas!– y regularizar pagos, como es el caso de las licitaciones de la gestión de las Residencias.
Sin embargo, es una prioridad abonar a los trabajadores el salario debido, sin caer en el enriquecimiento injusto como sucede ahora en El Pinar. Agotadas todas las prórrogas. Lo mejor es enemigo de lo bueno: se deben aumentar y mejorar las Residencias, pero empezando por abonar el salario justo, sabiendo que detrás hay familias, y sigue habiendo ahora desigualdades excesivas entre las Residencias de gestión pública y las de gestión privada. La coexistencia de gestión pública-gestión privada suena siempre bien, pero que no sea para relajación y comodidad de la Consellería. Ya en época de Mónica Oltra y Aitana Mas oíamos que se desean unas Residencias lo más parecido a un hogar. Que no se produzcan fugas de trabajadores a Residencias de gestión pública.
Oí hablar, hace años, de la Residencia El Pinar, precisamente a un voluntario, Juan Urios, militar retirado que se volcaba con otros voluntarios y voluntarias de las Fuerzas Armadas: ensalzaba la ubicación excelente, junto al paseo marítimo, y el buen hacer de los trabajadores. Se les veía a los voluntarios pasear a los mayores. Lo hacían a gusto, porque también palpaban el prestigio y esmero cariñoso de los trabajadores. Dos amigos, uno médico y otro periodista, son voluntarios ahora, y coinciden.
La calidad de una sociedad se mide por la atención a los más vulnerables y eso incluye ser justos ya, ahora, con quienes les cuidan. Injusticias heredadas no se deben copiar.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.