Me ha alegrado que el Ayuntamiento de Castellón y la Diputación hayan coincidido en seguir ayudando al Banco de Alimentos. El Ayuntamiento ha decidido prorrogar el convenio, por el que se hace cargo del alquiler y gastos de mantenimiento del local del Banco de Alimentos, y la Diputación ha decidido facilitar que esta entidad pueda prestar su servicio coordinando con los ayuntamientos de la provincia, mediante un trabajador social cuyo sueldo asumirá la corporación provincial. Dos entidades, ayuntamiento y Diputación, gobernados por partidos políticos distintos, que arriman el hombro para una tarea solidaria. Pudiendo atribuir el color “rojo” al PSOE y el “azul” al PP, han sabido estar a la altura de una política digna, humana, ética, sin colores.
Me ha conmovido y alegrado el viaje del Papa Francisco a la isla de Lesbos, denunciando la falta de respuesta de la casi totalidad de los países, y llevándose al Vaticano a 12 refugiados. Para los amigos de los colores, una solidaridad “blanca”, por la vestimenta papal.
En el polo opuesto, me apena que algunas personas pretendan esconder, o incluso parecen molestas, la labor solidaria que lleva a cabo Cáritas. El motivo es que es una institución de la Iglesia Católica, como reconocen en privado esas personas. Y me apena el Ayuntamiento de Valencia, que ha decidido no prorrogar el convenio con el Banco de Alimentos, por lo que a partir de junio no tendrá local: según han expresado, quieren asumir desde el Ayuntamiento la ayuda que ahora presta el Banco de Alimentos, una iniciativa social encomiable, que permite a miles de familias alimentarse, en unos tiempos tan duros como los caracterizados por la crisis económica.
El Ayuntamiento de Valencia está gobernado por un tripartito de izquierdas, y al frente Joan Ribó, de Compromís. No ha dado explicaciones de cuánto va a invertir el consistorio para ayudar a las decenas de miles de valencianos, y su reiterada actitud contra el Banco de Alimentos sugiere una palabra: sectarismo. Es una señal de vileza. Pretenden monopolizar la solidaridad, les molesta que la sociedad civil lleve a cabo una tarea digna de apoyo, cuando en toda mente abierta y moral ha de primar la suma de ayudas para sacar adelante iniciativas solidarias.
La solidaridad no es, no debe ser, patrimonio exclusivo de nadie. No es ni blanca, ni roja ni azul. Ni es de izquierdas ni es de derechas. No debe ser perjudicada por colores políticos ni modos de pensar ni creencias religiosas.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.