En estos últimos días, he estado en un restaurante en el que había un letrero en la puerta indicando: “No se admiten mascotas”. En otra ocasión he estado tomando un refresco y, en un espacio de unos 25 metros cuadrados, había tres perros con dueño distinto, y lo cierto es que nos molestaban.
Ante estos hechos, se puede pensar que estamos en una sociedad plural y que, en principio, no está mal que haya diferentes opciones: restaurantes que no admiten mascotas y otros que sí.
En España hay 9,3 millones de perros y 6,6 millones de niños menores de 14 años. España registró en 2023 la cifra más baja de natalidad desde 1944. Ya dijo el actor alemán Heinz Rühmann: “Se puede vivir sin perro pero no merece la pena”.
Para los amantes de las cifras: tenemos 30 millones de mascotas censadas, de las que 6 millones son gatos: es decir, la misma cifra que menores de 14 años. Y los mencionados 9,3 millones de perros. Cifras que recogen mascotas “censadas”.
Algunos se extrañan al ver hoteles, o intentar reservar plaza, que son solo para adultos, “only adults”. Ha ocurrido ahora en un hotel de Benicàssim, que no admite menores de edad pero sí mascotas.
España es el tercer país del mundo, y no tengo el dato actualizado a 2024, con más hoteles “only adults”, en concreto 123, solo por detrás de Japón y Brasil. Y tengo entendido que no incluyen masías y pequeñas casas rurales con esa etiqueta de no admitir menores de edad.
Ahora perros y mascotas en general son muy apreciados, y los niños cada vez menos: basta ver la ínfima natalidad, y los 100.00 abortos anuales.
Un atleta olímpico colombiano, Jhancarlos González, afirmó hace unos días que, tras su eliminación deportiva, deseaba regresar a casa para estar con su madre y con su perro: me llamó la atención la casi equiparación madre-perro.
El hotel de Benicàssim presenta sus “valores”, entre los que figura que no admite menores. Afirma en su web que, para el hotel, las mascotas “son un huésped más”, que admite perros y gatos de hasta 5 kilos con un coste adicional por noche y limitándose a una mascota por habitación. “¡Es indignante, nuestros hijos valen menos que las mascotas, pues para ellos los perros son sus clientes!”, comenta un posible cliente indignado, pidiendo que se frene la paidofobia (miedo o rechazo a los niños).
Los hoteles ‘solo para adultos’ suelen tener pocas habitaciones, menos de 15. Los hoteleros comprueban que hay un público que busca la tranquilidad máxima sin menores. Los que acuden son padres en su mayoría, que no quieren estar rodeados de niños cuando no tienen a los suyos, vivir unos días de amor matrimonial exclusivo.
Hay quienes piensan que limitar el acceso a los menores a los hoteles va contra los derechos fundamentales y del artículo 15 de la Constitución. Otros defienden el derecho de admisión.
Me temo que el amor a los niños se está volcando en las mascotas, sustituyéndolo. Como si asistiéramos a una “humanización” de las mascotas. Algunos lo afirman. La calle y las conversaciones arrojan luces, hasta el punto de ver a dueños de perros hablando con el can como si fuera una persona… y no hablo solo de un caso.
Me gusta ir caminando por las ciudades, siempre que la distancia sea asumible. Unas cuantas veces me he dado un buen susto al girar la esquina y ladrarme un perro, o en medio de la calle, pidiéndome perdón la dueña o el dueño. Esos sustos urbanos –y no hablo de los que he tenido en zonas rurales haciendo footing- que proporcionan los perros no los ocasionan los niños, también es cierto que porque hay menos niños que perros. Tal vez llegue un día que haya parques que no se admitan perros, al paso que vamos.
Me resultan curiosas estas contradicciones: se permite abortar a una niña menor de edad, y no puede estar en un hotel “only adults”. Es una incongruencia. Los niños son una bendición, vida y alegría. Ahora no se tienen hijos o se dejan a los abuelos para ir unos días a un hotel “only adults”: molesta un niño pero no un perro. Algo está fallando.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.