Los colegios Torrenova y Miralvent, de Betxí, celebraron el pasado sábado el acto central de su XXV aniversario, haciéndolo coincidir con la graduación de alumnos de ambos colegios. En el contexto en que vivimos, sea bienvenida toda celebración, y más cuando se trata de una iniciativa social educativa, en medio de las incertidumbres variopintas que nos acompañan. Familias, educación, proyectos enraizados para el futuro, todo ello se dio cita el sábado, en el acto celebrado en el colegio Torrenova.
Llamó mucho la atención el discurso de María José Soriano, consejera delegada del Grupo Porcelanosa, que formó parte del grupo promotor que puso en marcha estos colegios de Fomento de Centros de Enseñanza en nuestra provincia. “Hicisteis de un sueño…UNA REALIDAD”, han escrito en los colegios sobre los promotores. Un grupo reducido de personas que quería una educación de calidad, personalizada, moderna. En ese grupo promotor estaban Silvestre Segarra, José-Jaime Canós, Salvador Gimeno, Salvador Nabás, Rigoberto Casterá, y el padre de María José Soriano, José Soriano.
Al escuchar el discurso de María José Soriano, pensé en su padre. Tuve la suerte de tratar unos años a Pepe Soriano, hasta su fallecimiento en accidente de tráfico en el año 2000. Volcado con su ciudad, Villarreal, tenía inquietudes muy amplias, en lo profesional y en lo social. Un empresario ejemplar, que combinaba esfuerzo con comprensión, exigencia con ayuda, también con sus trabajadores. Se preocupaba activamente de la salud de los trabajadores. De arraigadas convicciones cristianas. Tenía gran prestigio, calidad humana y empresarial, sencillez: una mezcla atractiva.
Su hija, María José, impulsora de estos dos colegios junto con su padre y otras personas, centró su intervención en la gratitud. Lo hizo con elegancia, con la sencillez aprendida de su padre, también con su altura de miras. Son, más bien, miles de familias los que agradecen a los promotores de estos colegios que se hayan puesto en marcha y se hayan consolidado. Parece un guión al revés. Me impactó cuando María José Soriano afirmó que la gratitud lleva a la felicidad, y no al revés, porque hay que valorar lo que recibimos, para hacerlo rendir y no dar lugar a insatisfacciones ni amarguras. Colegios que son sueños hechos realidad: su futuro depende de seguir el ejemplo de los promotores, impregnado de ilusión, trabajo y convicciones. Reto para los profesores, pero, en mi opinión, más para los padres… y los antiguos alumnos, puesto que han recibido mucho. La gratitud es activa y solidaria, no una palabra para enmarcar.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.