Torreciudad

Soy de los que piensan que, al hablar o escribir de la sociedad actual y en particular de los jóvenes, se simplifica en exceso, con tendencia a destacar lo negativo. Parece que resaltar lo positivo suene a no percibir los problemas. Lo positivo permite construir, avanzar. Hay una tendencia a ejercer de “escarabajos peloteros”, recogiendo la basura, la podredumbre, lo deleznable. Del pesimismo a la pasividad, hay un paso.

Mientras escuchaba en Torreciudad, el pasado sábado, al obispo de Vitoria, Juan Carlos Elizalde, dirigiéndose a 10.000 personas -unas 200 de la provincia de Castellón- que allí nos congregamos con motivo de la 30 Jornada Mariana de la Familia, por mi cuenta reflexionaba. Dijo Elizalde que la familia es la mejor escuela de voluntariado, y agradeció a los voluntarios su abnegada tarea de dos días en esa Jornada: calculo que más de un centenar de voluntarios, veinteañeros la mayoría: el aplauso fue atronador. Un grupo de ucranianos, al presentar una ofrenda, recibió un emotivo aplauso general.

La familia es la institución en la que se quiere por lo que se es, no por lo que se tiene. Es, en efecto, el mejor foco de solidaridad, de voluntariado. Aunque me permito matizar: es foco de voluntariado cuando se da y se exige, se enseña a dar tiempo y dinero, y los jóvenes asumen su participación en lo costoso de la familia, no únicamente en recibir. En casi todas las familias hay dificultades, problemas: económicos, de salud, atención a los mayores, etc. Es interesante, por ejemplo, observar qué jóvenes trabajan a la vez que estudian, para ayudar en la familia, compatibilizándolo con sus estudios, en fines de semana o vacaciones. Sé que es cuestión incómoda para algunos.

En muchas familias hay mayores que atender, en la propia familia u otros parientes. Conozco casos encomiables de jóvenes y mayores que se vuelcan, pero también conozco casos de frialdad y desidia. Muy probablemente, la solidaridad que tienen los mayores es la que aprenden los jóvenes en su familia. Cuando te enteras de personas mayores solas, en ocasiones ingresadas en una residencia de la tercera edad, que apenas reciben visitas o llamadas, tal vez es la soledad que espera a los hijos o nietos.

El voluntariado, la solidaridad, es muy necesario en nuestra sociedad. Desde luego, salen beneficiados los que tienen necesidades materiales o de compañía, y también los que dedican tiempo o dinero a esa tarea. Me alegra que el Club Moreres, de Castellón, tenga entre sus prioridades para este curso el voluntariado en todas sus formas, participando padres, hijos, y también conocidos y amigos que quieran sumarse.

 

  • Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
    Escribe, también, en su web personal.