Triste record

En el primer semestre de 2018 España contó con el nivel más bajo de natalidad desde que se creó el registro en 1941.

Triste record. Y la pregunta final es: ¿Quién pagará nuestras pensiones? Pero  más importante es preguntarse: ¿Qué hacer? 

Los primeros –pero no los únicos– que tenemos que tomarnos en serio este asunto somos tú, y yo, el otro: la sociedad. O sea: las personas que la conformamos. 

¿Somos coherentes con lo que señalamos que son nuestras prioridades vitales? ¿Las defendemos en tiempo y forma?¿Nos atrevemos a intentar sacarlas adelante? ¿Por qué faltan niños en nuestra sociedad?

Hay, sin duda, muchas causas.

Ha calado una mentalidad que lleva a no complicarse la vida y elude el compromiso. Se detecta a diario, cuando se habla de este tema. Ahora bien, hay muchas causas externas que propician esta mentalidad. 

El precio de la vivienda, salarios, horario de trabajo, … Y no puede ser, no lo debemos permitir, la cosa urge y hay que pararse a pensar para luego hacer. El trabajo cuenta Nuria Chinchilla (Barcelona, 1960) es como un gas. Se esparce por toda la agenda y, si nos descuidamos, ocupa sin piedad cualquier hueco de tiempo libre. Por eso los tiempos que decidimos pasar con la familia son muy importantes. 

Las empresas deben adaptarse a las mujeres y a los hombres de hoy. El secreto está en no contraponer el trabajo y la familia, ambas cosas se enriquecen. Y ahora toca hablar de la mujer.

Nuria Chinchilla en su blog afirma: Este siglo es el siglo de la feminidad, flexibilidad y familia. 

En las últimas décadas ha habido una gran transformación en nuestra sociedad y la condición de la mujer en ella ha cambiado considerablemente. Y es cierto que esta evolución nos ha abierto puertas hasta ahora cerradas y, en ciertos campos, la mujer ha podido alcanzar su plenitud. Pero esta liberación en el nivel de la “acción” no parece haber resuelto problemas más profundos de la mujer.

Prueba de ello son testimonios de mujeres como NATALIA. “... Mi padre era militar y me dio una educación demasiado estricta que anuló mi personalidad. Me fui a los 18 años ¡Tenía tanta necesidad de libertad! Comencé a vivir en pareja. Me casé. Mi matrimonio fracasó rápidamente, (…) y la ausencia de valores fundamentales terminó por romper el amor que tenía por mi marido o, mejor dicho, yo no sabía amarlo. Probé con otra persona. Duró sólo dos años y terminó con una dolosa separación. Traté de nuevo durante diez años: un nuevo hombre, un nuevo trabajo, nueva ciudad, nuevos peinados, (…), el casamiento, tener un hijo, (…) pero el fracaso me esperaba al final de cada uno de estos caminos.

Hoy estoy sola con mi pequeña hija; no estoy desesperada, (…) Acepté mi parte error en todas esas relaciones fracasadas pero ¿qué errores? 

La imagen de pareja de mis padres me dejó la impresión de que sólo los hombres merecen estima; mi madre era sólo una sirvienta que cuidaba la casa y criaba a sus hijos a cambio de la seguridad económica que le ofrecía mi padre. Yo no quise ser eso ¡jamás! Entonces tomé la imagen de mi padre como modelo: me convertí en un hombre y quería ser un hombre. Yo trabajaba y traía el dinero, elegía a mis amantes y nunca quise asumir el rol de mujer tal y como yo me lo imaginaba. Nunca me ocupaba de la casa y sólo en partes iguales con mi compañero. Odiaba el servicio, en el sentido menos noble del término. No quería ser mantenida por un hombre. Destrozaba la masculinidad de mis compañeros, (…) los desvalorizaba remarcando sus debilidades, sus errores y sus intentos (...) Por supuesto que esta discapacidad se manifestó también en mi actividad profesional (…) siempre terminaba enfrentándome con los dirigentes de la empresa que tenían necesidad de mi en actividades que yo consideraba femeninas…

La última vez que me separé, pensé hacer un verdadero examen de conciencia… Recibí una primera respuesta hablando con una amiga que comprendió mi mal y me iluminó en especial sobre el problema de mi identidad. 

Soy una mujer. Hoy encuentro mi felicidad asumiéndome completamente y viviendo mi misión al lado de los hombres”

Este testimonio demuestra que hoy la mujer, al creer que tiene que liberarse de la dominación del hombre, ha asumido esquemas masculinos en detrimento de su feminidad, separándose así de su naturaleza profunda.

Nuestra sociedad está enferma de separaciones, pero sobre todo de la división que se ha introducido entre el hombre y la mujer. La liberación concebida como eliminación de todo lo que nos impide desarrollarnos y hacer lo que queremos, ha llevado a la mujer a tomar distancia de todos aquellos que podían coartar su libertad. Pero cuando el sufrimiento llega, se encuentra sola y desamparada. Ella misma paga el precio de su liberación. 

Como decía Edith Stein, la “especificidad de la mujer” (la identidad), frente a la persona y la sociedad, tiene estas dos características básicas: es siempre personal, pues ella participa en lo que hace con toda su persona y le interesa el fondo de la persona, y tiende a la totalidad y la armonía. “Y el origen de estas dos características las sitúa en el papel innato de la mujer como compañera, es decir, como sostenimiento y apoyo, y como madre, es decir, en la misión de proteger, custodiar y llevar a su desarrollo la humanidad verdadera” 

Por eso la mujer es tabla de salvación para la sociedad de hoy, que vive un profundo desarraigo interior y que carece de convicciones sólidas. 

Edith Stein afirma que “el remedio contra esta enfermedad de la época son los seres humanos completos (…) en consecuencia, si las mujeres son ellas mismas humanidad total, y si ayudan a los otros a que lo sean, crean las células sanas, vigorosas, por medio de las cuales se le distribuye a todo el cuerpo popular, sanas energías vitales” (Leonor Tamayo, Edith Stein: mujer y mujeres)

¿Tendrá algo que ver esto con la actual situación, anteriormente citada? 

Necesitamos abrir el ojo femenino para complementar el masculino, necesitamos flexibilidad para permitir tener vida después del trabajo y necesitamos familia para ser sostenibles en todos los sentidos. Estas son las tres “Fs” de este siglo XXI. (Nuria Chinchilla en su blog)

  • Mª Ángeles Bou Escriche es madre de familia, Orientadora Familiar, Lda. en Ciencias Empresariales y profesora