La persecución religiosa llevada a cabo por los gobiernos liberales en México en el primer cuarto del siglo XX desembocó en un conflicto armado en el que el pueblo, identificado como “cristero”, se enfrentó, armas en la mano, con el único objetivo de sobrevivir.
Y dentro del movimiento cristero son de destacar las Brigadas Femeninas de Santa Juana de Arco, organización militante, y militar, creada por Luis Flores González y María Goyas, fundadores de la “Unión Católica de Empleados de Guadalajara” en 1925.
Luis Flores González era un hombre de prestigio; un intelectual que imprimió al movimiento la disciplina que acabaría determinando su efectividad, rodeándose de mujeres dispuestas a llegar al sacrificio personal, a la tortura y a la muerte.
El 28 de junio de 1926 no estaban todavía operativas las Brigadas, pero sí prevista su creación. Tan es así que en esa fecha fue firmado un documento por el que quedaban ligadas a la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, y se señalaba las acciones que con posterioridad efectivamente comenzarían a desarrollar un año después.
Pero que las acciones organizadas estuviesen por llegar, y por supuesto que el conocimiento del movimiento fuese desconocido por el gobierno, no era óbice para que no se estuviesen llevando a cabo acciones aisladas del mismo tenor. En ese sentido, y en ese tiempo, María del Carmen Robles sería asesinada en agosto de 1926 por el general Vargas.
Finalmente, se crearon las primeras brigadas en Zapopan, Jalisco; se extendieron por todo el territorio mexicano, llegando a constituir una unidad excepcionalmente operativa durante la Guerra Cristera, nutriéndose inicialmente de las alumnas de los colegios católicos, a cuyo núcleo acabaron incorporándose mujeres de todos los estratos sociales. Su voto de silencio era esencial para llevar a cabo su función.
Conocidas también como “Brigadas Bonitas”, o B. B., principalmente encuadraban a chicas entre 15 y 25 años, la mayor parte de ellas solteras, aunque también algunas viudas. Las mujeres de mayor edad, casadas, con hijos, conformaban asimismo grupos auxiliares. A mediados de 1927 quedó definitivamente organizada la agrupación “Brigadas Femeninas Santa Juana de Arco”.
La Sra. Uribe, alias Sra. G. Richaud, fue la pionera, creando en Zapopan la primera brigada el 21 de junio de 1927, que inició su actividad con 17 mujeres que en pocos días se vio reforzada con 118 nuevas voluntarias que inmediatamente conformaron tres divisiones: la de Occidente, la del Centro y la del Distrito Federal; cuatro zonas: de los Altos, de Guadalajara, del Sur y de Nayarit; y siete brigadas: Brigada Miguel Gómez Loza, Brigada Sanitaria del Sur, Brigada de Los Altos, Brigada de La Unión, Brigada del Estado Mayor y Brigada de Tonalá.
Se trataba de un movimiento popular surgido y desarrollado en el México agrario, pero que también se vio representado en el D.F., feudo de la Revolución, a los seis meses de iniciada su actividad, siendo que en enero de 1928 ya se había creado la primera brigada en Ciudad de México.
Y no podía ser de otro modo, dado que el movimiento corrió como la pólvora, siendo que llegaron a constituirse hasta 56 agrupaciones que aglutinaban a más de 25.000 militantes que actuaban en silencio, lo que les permitió operar sin que el gobierno tuviese noticias de su actividad sino hasta marzo de 1929, momento en el que inició una feroz represión centrada especialmente en Guadalajara y la ciudad de México, represión que ya no conocería final.
Se trata de un movimiento espontáneo… pero no anárquico. Ya la primera brigada, que como hemos visto fue creada en junio de 1927, redactó el estatuto por el que se regirían, y donde señalan su estructura y sus objetivos, que eran los siguientes:
Artículo 1º: Ésta es una sociedad mexicana exclusivamente femenina, civil, libre, autónoma, y RACIONALMENTE secreta, esto es, sus miembros JURAN guardar todo y sólo aquel secreto que sea necesario para salvaguardar la vida de la Institución, la de sus miembros y el amplio desenvolvimiento de su finalidad y de su objeto”.
Artículo 7º: Guerra: fabricación, adquisición, conducción de pertrechos de guerra a los campos de lucha.
Artículo 8º: Finanzas
Artículo 9º: Investigación… espionaje, tanto en los campos propios como en los del adversario, a fin de lograr descubrir a tiempo a los desleales y traidores nuestros, como también los movimientos, planes y condiciones del enemigo.
Artículo 10º: Comunicaciones: Se encargará de conducir todo género de cartas.
Artículo 11º: Beneficencia: rama sanitaria y de beneficencia propiamente dicha (alojamiento y provisiones para los cruzados y sus familias).
Las labores desarrolladas por las Brigadas eran principalmente de intendencia y de atención sanitaria; suministraban dinero, comida, información, refugio y atención a los combatientes, para lo que organizaron los necesarios servicios, cuerpo de enfermeras incluido, y para no olvidar lo que había llevado al pueblo al campo de batalla, los grupos de catequesis parroquiales y las Adoraciones Nocturnas femeninas redoblaron su esfuerzo.
Labores que comportaban riesgos de todo tipo, incluido el estrictamente militar, siendo que, como consecuencia del embargo de armas decretado por los Estados Unidos contra el movimiento cristero, obligó a que las mujeres de las Brigadas se coordinasen con los obreros de las fábricas de armas del Estado, que suministraban a éstas la munición que necesitaban los combatientes, y que las recibían gracias a la perfecta organización femenina, que hacía llegar el material bélico a lugares previamente convenidos.
Las Brigadas transportaban la munición por diversos medios, desde su propio cuerpo, oculto entre sus ropas, hasta en carros de transporte de mercancías varias.
Queda señalado que no era un movimiento anárquico, sino jerarquizado, donde los puestos, en su mayoría, estaban compuestos por sencillas mujeres campesinas, cuya motivación principal era la defensa de la fe.
Y el desmontaje de tan perfecta organización no fue obra del gobierno mexicano, que se limitaba a ejercer la más feroz represión, sino de la jerarquía eclesiástica, sumisa a las órdenes de un gobierno tiránico.
Esa jerarquía eclesiástica, de la que apenas se salvan José María González y Valencia, arzobispo de Durango, José de Jesús Manríquez y Zárate, obispo de Huejutla y Francisco Orozco y Jiménez, arzobispo de Guadalajara, traicionó al movimiento cristero, que tenía ganada la guerra.
El resto de obispos, encabezados por el arzobispo de Morelia, Leopoldo Ruiz y Flores, exigió que las componentes de las Brigadas renunciasen al juramento de obediencia y secreto. Las Brigadas se sometieron y en el verano de 1929 el gobierno pudo ejercer libremente la represión sobre las mismas.
Y el movimiento cristero devino de vencedor en vencido.
Que Dios tenga en cuenta la acción de Leopoldo Ruiz Flores, y que de la gloria a los mártires cristeros.
BIBLIOGRAFIA:
Brigadas Femeninas de Santa Juana de Arco.
https://es-es.facebook.com/brgadasfemeninas/
Azkue Andrés. Mujeres Cristeras, en La Cristiada. Los cristeros mexicanos (1926-1941)
GALVÁN LÓPEZ, ALICIA. Historia de los cristeros (III): las Brigadas Femeninas Santa Juana de Arco
LAS BRIGADAS DE SANTA JUANA DE ARCO EN LA GUERRA CRISTERA https://elprovincia.com/cultural/las-brigadas-de-santa-juana-de-arco-en-la-guerra-cristera/
Cesáreo Jarabo Jordán es Hispanista, Licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación.
Publica en www.cesareojarabo.es y en YouTube como pensamiento hispánico.