El pasado lunes, 18 de mayo, Fernando Giménez Barriocanal, vicesecretario para Asuntos Económicos de la Conferencia Episcopal Española, pidió en rueda de prensa a los católicos que fueran generosos en sus donativos, para pagar el sueldo del cura y las instalaciones, ya que “la Iglesia no vive del aire”. Al estar los templos cerrados por el Estado de Alarma, no ha habido colectas. Fernando Giménez sugirió, también, fórmulas para efectuar donativos que comprometan más que donar esporádicamente, como aportaciones periódicas, al igual que se está suscrito a plataformas de televisión o música. La pandemia ha provocado, entre otras cosas, casi una total ausencia de donativos, y fue un “toque” realista, muy oportuno, en la línea de que los católicos se comprometan más a sufragar los gastos de las iglesias.
Me parecieron oportunas las declaraciones del responsable económico de la Conferencia Episcopal Española. Sigue aumentando el número de españoles que, en la Declaración de Renta, rellenamos la casilla de aportación a la Iglesia Católica, y probablemente este año aumente más todavía porque se ha vuelto a comprobar, en la crisis del coronavirus, que Cáritas ha hecho –está haciendo– un esfuerzo ejemplar para ayudar a muchas personas que se han quedado sin ingresos, y con una necesidad acuciante de recibir alimentos para familias enteras. Cáritas –la Iglesia– no sabe de promesas ni de cálculos: siempre se moviliza y ayuda, con una prontitud que ninguna administración es capaz, sin burocracia, atendiendo a las personas, y además sin ruido ni buscando la “foto”, sino la rapidez que se merece la dignidad y las necesidades de toda persona. Es una realidad, aunque ya se sabe que hay personas que, por sectarismo, se niegan a reconocerlo, o incluso les molesta.
Al ver el cepillo o bolsa que se pasa en algunas Misas, me da pena la escasa cuantía de las colectas. No juzgo, porque tal vez hay personas que, al dar un euro, hacen un esfuerzo notable. Disminuye el número de personas que acuden a Misa los días de precepto, y más todavía en días laborables, y que por tanto puede ir disminuyendo lo que se aporta en la colecta. Y también es cierto que crece el número de asistentes con una elevada edad, que tienen una pensión muy justa y con frecuencia ayudan económicamente a hijos y nietos. Sin embargo, teniendo en cuenta todas estas circunstancias, tenemos pendiente asumir que los gastos de la parroquia, de la diócesis, de las instituciones de la Iglesia, deben recaer en mayor medida en nuestros donativos.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.