Contra el calor, la receta mejor es paciencia, sentido común y buen humor. La ola de calor de estos días ha copado las conversaciones y las actividades de todo el mundo, y a la vez ofrece una visión de nuestras reacciones y las de los que nos rodean. Se habla de recórds de temperaturas, de lo inusitado que han sido las mínimas nocturnas estos días, y a veces algunos dan la sensación de que no han pasado por situaciones similares o peores, y no pasa casi nada. Cuando se recuerda que el año pasado, a estas alturas, ya había habido tres olas de calor, se escucha incrédulamente el dato, porque vivimos el presente casi de modo absoluto, sin tener un recuerdo de sentido común: en verano, en estas fechas, es normal que suceda.
Un amigo me decía que ha descubierto el ventilador, comprándose uno muy sencillo que le da aire a la cara y parte del cuerpo, logrando trabajar en buenas condiciones. Algunos lo resuelven con el aire acondicionado, y otros son enemigos de él. En las calles se busca la sombra continuamente. Llama la atención que personas sanas hagan una montaña por caminar diez minutos por la calle, como si fuera una operación de supervivencia. No sé, con frecuencia me da la sensación de que en nuestra sociedad acomodada cualquier esfuerzo se sobredimensiona, hay escasa capacidad de aguante. Por supuesto que hay personas a quienes, por su edad o salud, esta situación le convierte en persona que ha de cuidar especialmente la exposición al sol, gente mayor o enferma, y hacia ellos hemos de tener todo el esmero y consideración.
No es para tanto. Recuerdo un verano, lejos de España, en que estuvimos a más de 40 grados todos los días, y es una temperatura habitual allí: la gente sigue trabajando –y bastante– y el calor es compañero diario. Y no pasa nada.
Hay que pensar en profesiones de riesgo real en estas fechas, como es la de los albañiles, expuestos al sol muchas horas al día. Esas personas, por ejemplo, sí que tienen motivos para cuidarse más, y por desgracia ha fallecido uno en España, de mediana edad. Los constructores han de vigilar las condiciones de trabajo, el casco que llevan los albañiles. También me he fijado en los camareros, normalmente muy jóvenes, que nos consiguen con su trabajo el esparcimiento y tomarnos algo fresco: trabajan muchas horas, yendo y viniendo, y a veces agobiados realmente por el trabajo y el calor: alguna propina de más se merecen. Para ese tipo de profesiones, un recuerdo especial con estas líneas, y a sus jefes. Para la mayoría, lo dicho: paciencia…
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.