Un Gobierno basado en la suma aritmética sin más, cediendo en todo para asegurarse los apoyos tanto de independentistas como filoetarras, es una permanente cadena de errores. Y del populismo que viene de Podemos, con o sin Pablo Iglesias, mejor no hablar.
Un Gobierno de este tipo puede recibir muchos calificativos, y de hecho los recibe continuamente no precisamente halagüeños. En la Unión Europea están asombrados del Plan de Recuperación de España, sin concretar medidas de ahorro y de ingresos. No es sólo una percepción parcial, es unánime.
Sobre los peajes en las autovías, hemos vuelto a comprobar, por desgracia, el desgobierno y la demagogia. No es admisible lanzar hipótesis, que afectan a todos los ciudadanos en su bolsillo, diciendo que “lo único que hay es una reflexión”, como ha expresado el ministro de Transportes José-Luis Ábalos.
Ante esa posibilidad y el revuelo levantado, Ábalos –sin despeinarse, aunque tampoco le queda mucho que peinar ya sobre su cabeza– ha manifestado que “no se va a imponer nada”, y que, si no hay acuerdo de todos, no se aprobará.
Ábalos ha dicho que es una “invitación a que debatamos”. Que no nos tome por tontos, cuando en España se han aprobado dos leyes muy importantes sin ningún debate: es más, evitando el debate a toda costa. Las leyes de enseñanza –le ley Celaá– y la de eutanasia se han aprobado sin debate, en cuestiones tan decisivas para la sociedad, y en contra de un gran número de entidades que se han manifestado en contra de ambas leyes.
Pero el Gobierno, con sus aliados, ha sido muy sectario: no ha lugar para el debate, porque tienen muy claro lo que pretenden sobre la enseñanza –o la ingeniería social, mejor dicho– y la vida, en vez de abrirse a la libertad y la mejora de los cuidados paliativos, como se le estaba pidiendo.
Es un Gobierno que tenemos porque ha tenido los votos que ha tenido, y eso no hay que olvidarlo. Dejará de estar cuando los ciudadanos lo deseen. Mientras tanto, no hay que pasar por alto la retahíla de tomaduras de pelo, mentiras y traiciones a la sociedad española que está cometiendo.
Ante el revuelo de los peajes, no se le ocurre al Gobierno otra artimaña que alegar que ya el PP contemplaba esa posibilidad.
Un Gobierno riguroso, serio, responsable, no actúa así. Antes de anunciar una medida, lo estudia con calma, analiza la medida en el contexto integral de nuestros ingresos y gastos –no basta con decir que en Portugal se cobra el peaje-, sin jugar imprudentemente con el bolsillo de los españoles. Y encima Ábalos con aire de demócrata.
Yolanda Díaz, ministra de Trabajo y vicepresidenta tercera, afirma que la legislatura empieza ahora. Se cree lista… y que los españoles no tenemos un coeficiente intelectual muy allá.
Hablan de no aumentar los impuestos hasta que estemos a nivel pre-pandemia, velando sobre todo por “las clases medias y los trabajadores”. ¿Qué entienden por clases medias y por trabajadores? No tienen credibilidad sus palabras.
No es un problema de un ministro, de Irene Montero o Manuel Castells. Basta releer las declaraciones de los ministros y de Pedro Sánchez estos días para dolernos de tener un Gobierno impresentable. El sectarismo conduce a la injusticia y a la incompetencia.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.