“Todo derecho que no lleve consigo un deber, no merece que se luche para defenderlo” (Mahatma GANDHI)
DEBERES I. –
Después de varios años de reflexionar y escribir sobre los Derechos del ser humano ha llegado el momento de hacer lo mismo con los Deberes. El olvido o debilitamiento de ellos nos hace pensar que su ausencia o escasez en el hombre, respecto a sus semejantes, son una de las principales causas que generan problemas y exclusiones, injusticias y desigualdades en el mundo actual. Su aplicación e incumplimiento son una escandalosa realidad que dejan a los seres humanos sin esperanzas de compartir sus verdaderos y necesarios Derechos- Deberes para solucionar los graves problemas presentes y futuros de convivencia.
Parece ser que al binomio (Derechos-Deberes) inseparables, los hemos tratado a lo largo de la Historia de forma divorciada, diferente e interesada, prescindiendo de la materia y espíritu de la que están formados en su conjunto. Así, en los Derechos con frecuencia hay exigencias, intereses y reivindicaciones personales, por supuesto legales; pero en los Deberes parece que además hay entrega, espíritu de servicio y solidaridad con los demás, tan justos y necesarios como los primeros, pero más difíciles de aplicar, con menos interés y resolución. Da la sensación que muchos nos encontramos más cómodos en caminar por grandes autovías repletas de derechos, que por otras más estrechas y secundarias por las que caminan solo los que intentan practicar además el cumplimiento de Deberes.
A veces nos preguntamos. Por qué suenan más en nuestra sociedad los Derechos que los Deberes. Por qué legisladores y políticos, empresarios y sindicatos o ciudadanos en general exigen y revindican abrumadoramente más sus derechos que sus obligaciones. Por qué las huelgas son motivadas casi siempre ante reclamaciones de Derechos y no ante el incumplimiento de nuestros Deberes. Con la perspectiva que me dan los años y la observación frecuente de los acontecimientos y comportamientos sociales, me da la sensación que nuestras actuaciones están cimentadas más bien en la exigencia de todo tipo de derechos, que en el cumplimiento general de nuestros deberes y obligaciones.
En otra ocasión, se decía de Cicerón, en una de sus innumerables citas: “No hay fase en la vida pública o privada libre de deberes”. Parece que las gentes de su época también empatizaban más con los derechos que con los deberes. Los derechos en aquella sociedad llegaron hasta nuestros días a través de su Derecho Romano, todavía estudiado en la actualidad en nuestro derecho comparado; pero es cierto también, que Roma fue olvidando deberes y obligaciones, acomodándose mejor a los derechos, y poco a poco fue perdiendo protagonismo y efectividad, juntamente con la caída de su Imperio. Todo ello tras una decadencia motivada -entre otras razones históricas conocidas- por el debilitamiento de principios y valores, sobre todo por la activación de miserias humanas, vicios y corrupciones, similares a las de nuestros días.
En 1948, las Naciones Unidas proclamaron la Declaración Universal de “Derechos” Humanos con 30 artículos sobre derechos básicos, origen de otros muchos, como: Libertad, Igualdad, Derecho a la vida, Libertad de Expresión, de Pensamiento, Derecho al Trabajo, a la Educación, a la Sanidad… (Algunos, en sucesivos artículos como éste, intentaré expresar mi modesta opinión sobre ellos). Siguiendo el pensamiento de Gandhi faltó también acompañar en paralelo otra Declaración Universal de “Deberes” Humanos, para que años después, los primeros se pudieran cumplir y luchar con los segundos para entre ambos hacerlos realidad. La ausencia de deberes y obligaciones, políticas o sociales, ideológicas o culturales, étnicas o religiosas, éticas o morales… han obstaculizado el cumplimiento de la citada Declaración de Derechos, impidiendo su desarrollo e implantación general en las sociedades contemporáneas; prácticamente ignoradas en los países del llamado Tercer Mundo (a pesar del eco que hacen las redes sociales en estos temas) y así nos encontramos ahora con crisis políticas y económicas, de reinserción y exclusión de enormes dimensiones, como injusticias y desigualdades de complicada solución, como el hambre y la salud, la educación y los movimientos migratorios, las guerras y los refugiados, el cambio climático… ¡Damos la sensación que el mundo ha dado la espalda a los Deberes!
La balanza entre Derechos y Deberes está abrumadamente desequilibrada a favor de los Derechos. No se trata de reducir derechos y ampliar deberes, sino de igualarlos en su número, pues ambos son necesarios e imprescindibles. Lo ideal es que a cada derecho se le adjunte un deber para defenderlo y sacar el binomio adelante: (Derecho a la vida-No matar) (Derecho al trabajo-Deber de trabajar más y mejor) (Derecho a la propiedad- Deber de cumplimiento de la Ley) (Derecho a la Educación- Deber de la excelencia en la calidad) (Derechos de D. Sancho Panza- Deberes de D. Quijote) (Derechos para servirse- Deberes para servir a los demás) (Derecho a que nos quieran- Deber de amar a los demás) … Lo contrario crea un desequilibrio de fuerzas entre Principios y Valores, entre Derechos y Deberes, entre Pobreza y Riqueza, entre Paz y Guerra, entre Amor y Odio, entre Trabajo y Paro, entre Salud y Enfermedad… que lo adultera todo y todo lo corrompe, con el agravante que son los países más pobres y las personas más necesitadas: ancianos, mujeres y niños siempre las más perjudicadas.
Al preguntarme el por qué de estas desigualdades y desequilibrios, de tantas crisis morales y éticas o religiosas y del espíritu; considero en primer lugar que la respuesta es “universal” en su extensión, “permanente” desde el origen del hombre y producida por el mismo “hombre” como autor responsable, al usar su libertad para poder hacer las cosas bien o hacerlas mal. No me es fácil la pregunta formulada y más difícil la respuesta contestada, tras pensar muchos años en ellas y al no llegar con certeza a la verdad, más propias de un historiador, sociólogo, teólogo o de un psiquiatra y no poseer ninguna de esas extraordinarias profesiones. No obstante mis afirmaciones, como creyente, se inclinan más bien por la teología elemental, al observar que en las principales religiones monoteístas nos hablan en todas ellas más de Deberes, Mandatos o Preceptos Divinos que de Derechos Humanos (Judaísmo: 1 Decálogo y 615 Preceptos, Cristianismo: 10 Mandamientos, Islamismo: 5 Pilares con Mandatos, y Budismo: 5 Reglas y numerosos consejos de Formación Ética y Moral) con un total de más de 4320 millones de fieles (estadísticas del año 2014, de los cuales 2300 millones son cristianos, con 1250 de católicos)
Tras un análisis simple comparado, se observa que todas las religiones citadas tienen un denominador común de deberes u obligaciones a cumplir, respecto a: Fe en su Dios, abstenerse de robar, abstenerse de mentir, respetar a los padres/familia, abstenerse de matar, abstenerse de relaciones sexuales dañinas. Todas ellas de forma concreta y explicita, otras implícitas (coincidentes) y las menos en algunas, aparentemente inexistentes. El resultado de este análisis nos lleva a pensar que si se cumplieran los mandamientos, decálogos, pilares o preceptos citados, lógicamente el mundo sería mejor, en definitiva haríamos efectiva la teoría de Gandhi en cabecera, de Derechos sí, pero con Deberes, al decir: “Todo derecho que no lleve consigo un deber, no merece que se luche para defenderlo”.