Giorgia Meloni, primera ministra italiana, derrotó a Emmanuel Macron, presidente de Francia, en la pasada reunión y declaración conjunta del G7, al no incluir el aborto en la declaración. Sea o no por la presencia del Papa Francisco en esta cumbre, es una buena noticia omitir el aborto, aunque hay que recordar que sí se incluyó en la declaración de Hiroshima.
El prestigio y la solidez política de Meloni contrastan con el hundimiento político de Macron, gran derrotado en las elecciones europeas y que se ha visto obligado a disolver la Asamblea Nacional y convocar elecciones, ante el auge de Marine Le Pen.
Puede ser casual o no, pero Macron incluyó el aborto como derecho en la Constitución hace unos meses, ante la sorpresa de muchos. Para garantizarlo a nivel constitucional y que no le sea nada fácil a un Gobierno francés posterior legislar en contra, o suprimir el derecho.
Hay muchas teorías sobre ese interés desmedido de Macron por garantizar el aborto. Desde la mera intencionalidad de ganar votos en sectores de izquierdas hasta la abonada a la fuerza francesa y mundial de la masonería y diversos grupos de presión mundiales, que mueven los hilos de los cinco continentes, para diseñar un mundo a su medida e intereses: Francia, por su historia, que fuera la pionera en incluir el aborto en la Constitución, precisamente Francia.
En España el Tribunal Constitucional, con notable división, ha aprobado que puedan abortar las menores de edad de 16 y 17 años, sin consentimiento de sus padres. Una barbaridad más en torno al aborto.
Para no olvidar: dos ministras jóvenes, muy jóvenes, con escasa preparación profesional, Bibiana Aído en 2010 e Irene Montero en 2023, han abierto de par en par las puertas al aborto, un drama que se esconde, que arroja la cifra de 98.316 abortos en nuestro país en 2022.
Zapatero y Sánchez presidiendo esos gobiernos, con dos ministras que llegaron a ese ministerio para querer cambiar nuestra sociedad -¿por orden de quién o para qué? ¿con influencia de quienes alentaron a Macron?– y con una trayectoria llamativa.
Bibiana Aído, 31 años cuando fue nombrada ministra de Igualdad –ministerio que desapareció a los dos años, otra curiosidad -, tenía como encargo de Zapatero que se aprobara la ley del aborto. Ahora es representante de ONU Mujeres en Ecuador. Los servicios prestados tienen un premio.
Bibiana, que había trabajado algo en la banca, venía de ser directora de la Agencia Andaluza para el Desarrollo del Flamenco desde 2006: excelente preparación para tramitar una ley del aborto, que se le redactó y entregó en mano. El padre de Bibiana fue jefe de Gabinete de la consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía: con ese “padrino” político, se ve otra vez el origen del estrellato político en nuestro país.
Más casualidades. Irene Montero es nombrada ministra de Igualdad por Pedro Sánchez a una edad casi calcada a la de Aído. Casualidades: mujer, muy joven, sin bagaje profesional, salvo el del padre (Aído) o su pareja Pablo Iglesias (Montero).
Arroja, a veces, algunas luces analizar cómo se diseñan campañas y leyes, y las “casualidades” para suavizar y edulcorar la tragedia del aborto en este caso. Mujeres guapas, jóvenes y sonrientes, inoculando veneno en las familias, en las jóvenes, en la sociedad. Por la vaciedad de ellas, hacia la crueldad: penoso.
Una pregunta: ¿es coherente pedir 18 años para votar, y no para abortar? Prefiero no abundar, pero desde luego algo falla.
Otra pregunta: ¿por qué se siguen dando los datos de número de abortos en España con tanto retraso? Se podrían haber dado hace meses los relativos a 2023, y –como viene sucediendo desde hace años– tenemos los de 2022. Todo para mitigar el impacto, herir menos la sensibilidad, porque el aborto molesta a la mayoría, remuerde la conciencia, se quiere esconder, a la vez que la izquierda lo airea como bandera electoral.
Fallan muchas cosas en nuestra sociedad para que el aborto adquiera estas dimensiones, para que se permita hacer lo que quieran las jóvenes de 16 y 17 años con una vida humana – el feto es “un ser vivo, claro, lo que no podemos hablar de ser humano” -dijo la superficial Bibiana Aído en 2009-. Nada parece importar la ciencia, lo real: prevalecen las ideas sectarias sobre la realidad.
No interesan las secuelas afectivas, psíquicas y psiquiátricas de muchas mujeres que abortan, y desde luego jóvenes de 16 y 17 años. Asombroso. Prevalecen los intereses económicos y sectarios. Lo interesante es considerar lo que cada uno piensa y defiende, porque la tragedia del aborto sigue avanzando, por pasividad o indiferencia de la mayoría. Duele, y mucho.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.