El paralelismo entre el actual gobierno valenciano y el catalán de hace treinta años es evidente, no en vano el peso político lo tienen políticos nacionalistas. El “Madrid ens roba” de allí es el principal argumento político de los de aquí, que creen que sirve tanto para alejarnos de España y su capital como para ocultar las evidentes carencias en la gestión autonómica.
Tiene el inconveniente, esta permanente campaña contra el gobierno nacional, que el principal motivo de discriminación, la financiación autonómica, fue aprobado por socialistas y nacionalistas, y contó con la sola oposición del PP que advirtió que “generaría mayores desigualdades entre los españoles”.
Y el segundo objeto de la orquestada campaña contra Madrid, el de las infraestructuras, hoy es simplemente falso. De hecho en Castellón en los cuatro años de menores ingresos del Estado se han activado dos carreteras nacionales, construido el AVE, autorizado el aeropuerto y reducido el paro en 31.200 personas. Curiosamente, en los ocho años previos socialistas, hubo tres grandes obras, tan costosas como inútiles, el almacén de gas Castor y dos desoladoras
El anuncio de la inmersión lingüística en catalán, suprimiendo tanto la creciente implantación del inglés, como erradicando la presencia del castellano en las aulas de los 143 municipios que tienen a la lengua de Cervantes como materna, es un paso más, dado por el conseller Marzà, que ya manifestó en la Diada de Cataluña que “sense València no ni ha independència” dels Països Catalans, en la dirección de eliminar pluralidad para tener una sociedad uniforme y dócil. Ells prefieren ser catalanes de segunda que valencianos de primera.
La supresión de aulas de colegios concertados, fundamentalmente católicos y en castellano, también busca dominar todos los espacios de libertad de padres y sociedad civil. En Castellón la mayoría de las familias apuesta por la moderación y la centralidad, por la libertad y por la creación de oportunidades, no por radicalismos.
La prohibición de algunas celebraciones taurinas, o el desprecio por las tradiciones cristianas -la Reinas Magas, el Corpus Civic…- buscan el doble objetivo de eliminar vínculos con el resto de España y someter al rico tejido asociativo, cultural o religioso bajo el control político.
En próximas fechas veremos además, como el esfuerzo por el control de los medios de comunicación, la imposición lingüística de etiquetado, cartelería y demás siguen el ejemplo del nacionalismo catalán, que ha convertido a la tierra más rica, próspera y avanzada de nuestro país en un lugar abandonado, primero por empresarios y después por trabajadores.