EL GAS ARGELINO

España tiene un emplazamiento que fue favorable durante los años de la Guerra Fría al quedar lejos de la línea de contacto con la URSS y sus aliados. Sin embargo la geografía nos es desfavorable cuando el riesgo y la amenaza viene del Sur, del subdesarrollo y nos coloca como vecinos inevitables de un continente en que prolifera el terrorismo, que huye de la pobreza y que se desplaza por millares hacia Europa a través de los países que tiene más cerca, como son Italia, Grecia, Chipre, Malta y España.

Al problema migratorio -que por cierto rebrota en estos días inesperadamente en Centroeuropa- viene a sumarse otra crisis de semejante gravedad que va a afectar especialmente a nuestro país: el rebrote del conflicto entre Argelia y Marruecos.

Los dos países vecinos en la cuenca sur mediterránea, han tenido relaciones difíciles desde su independencia. La monarquia nacionalista y autoritaria marroquí chocó con la republica argelina con parecidos rasgos no democráticos. La absorción del Sáhara Occidental por la corona alauita vino a recrudecer la tensión ya que Argel no veía con buenos ojos que su vecino casi duplicara su superficie de la noche a la mañana, con la incorporación de un territorio al que también Mauritania y la propia Argelia creían tener derecho.

Todo pareció calmarse con el paso del tiempo hasta que Donald Trump dio un balón de oxígeno a Rabat en diciembre de 2020 al reconocer su soberanía sobre el Sáhara a cambio del reconocimiento y consiguiente establecimiento de relaciones diplomáticas entre Marruecos e Israel.

Desde ese momento las relaciones entre los dos países del Magreb se recrudecieron con choques esporádicos y el más grave, con el cierre por parte de Rabat del gasoducto que desde Argelia y a través de Marruecos distribuía en España la mayor parte del gas consumido en nuestro país.

Tal decisión marroquí le perjudicaba grandemente al perder el importante porcentaje del importe total del gas comprado por España. Pero perjudica mucho más aún tanto a la exportadora Argelia como a la importadora España y tal es el objetivo al que Mohamed VI apuntaba.

No era suficiente el escandaloso aumento del precio del gas y la electricidad que España ha conocido en los últimos meses que ahora se incrementará debido a la necesidad de transportar el gas con barcos que fijarán el precio de cabotaje en función de la necesidad de la demanda.

El año próximo, 2022, se presenta muy difícil por mucho que nuestro gobierno se empeñe en mostrárnoslo bajo luces de neón. Tras ser el país de la Unión que más cayó como consecuencia de la pandemia -un 12% del PIB- España va a ser el que menos remonte de entre los 27 socios -un 4’6%, dos puntos menos de lo que nuestros políticos vaticinaban- lo que nos situará en la cola del paro y en los límites de la conflictividad social en sectores tan delicados como la agricultura, la ganadería, la pesca, el transporte y que una incipiente recuperación del sector turístico no será capaz de enjugar.

Confiemos en que las cambiantes políticas de nuestros vecinos del sur reconstruyan pronto el equilibrio regional. Mientras ello llega, lo único que podemos hacer es vigilar las fronteras para evitar llegadas masivas indeseadas. Y apagar las luces al salir de la habitación.

  • Jorge Fuentes Monzonís-Vilallonga es Master en Ciencias Políticas y Económicas y Derecho. 
    Diploma de Altos Estudios Internacionales. Embajador de España en Bulgaria en 1993. 
    Primer Embajador de España en Macedonia en 1995. 
    Embajador de España en Bruselas WEU en 1997, entre otros cargos.