Rosa Díez escribió ayer un ‘tuit’ interesante: “El PSOE blanquea a Podemos y C´s ensucia a Vox. Y Sánchez se frota las manos”. Así se presenta el panorama político español en estos momentos, en el que están en el alero multitud de pactos de gobierno, con Ciudadanos casi siempre en el fiel de la balanza. El partido de Albert Rivera ya ha dicho que su socio preferente es el PP, sólo “excepcionalmente” el PSOE, y que no se sentará a negociar con Vox, porque sólo se niega a sentarse con populistas y separatistas, y engloba dentro del populismo –a dosis equivalentes en la práctica– a Podemos y Vox. Cierto que Vox ha cometido errores, y está rectificando.
La pregunta que suele ser clave para muchos acontecimientos o decisiones es bastante simple: ¿a quién le interesa ensuciar a Vox, usando el verbo que utiliza Rosa Díez? Sin lugar a dudas, al PSOE, con una campaña sistemática que está llevando a cabo milimétricamente desde hace meses, exagerando y deformando con no poca frecuencia la ideología del partido de Santiago Abascal. Pedro Sánchez pretende captar a Ciudadanos –que se deja querer por los socialistas-, y el mejor modo es que, desde amplios sectores de la opinión pública –interesante comprobar quiénes son los corifeos de Sánchez–, se quiera arrinconar a Vox, utilizando calificativos que yo no comparto, como “anticonstitucional”, “ultraderecha”, “antifeminista”, y otras lindezas. El penúltimo ejemplo: Joaquín Leguina pedía ayer, razonando dicha petición, a Ciudadanos que pacte con el PSOE.
Ciudadanos no quiere negociar pactos con Vox, le parece un partido apestado. En el fondo, Rivera piensa que lo que haga ahora hipoteca a Ciudadanos, y el estigma de haber pactado con Vox no lo quiere. Pero en política hay soluciones para casi todo: simplemente, sucederá lo que sucedió en Andalucía, que el PP sí negociará con Vox y con Ciudadanos, por separado, y así Rivera evita la foto y la etiqueta. Pero Abascal exige entrar en los gobiernos, por una razón muy sencilla: si sus votantes ven que no cuaja en puestos de gobierno el voto en las urnas, se irán a otro partido en próximos comicios. A esto hay que añadir que los votantes de Vox no entenderían que, por esa exigencia de Abascal, el gobierno de varias comunidades autónomas y ciudades muy importantes queden en manos de la izquierda, y le pasarían factura. A Abascal no le queda otro remedio que llegar a acuerdos con PP y Ciudadanos, en condiciones lo más dignas posibles, por el sentir de las urnas y el propio futuro de Vox.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.