España, ESA DEMOCRACIA HIPÓCRITA

Si bien es cierto que este país se define como democracia parlamentaria, existen hechos, que ocurren día a día, que ponen en tela de juicio tal maravillosa afirmación constitucional.

Lo último ha sido la presunta agresión sufrida por una niña, digo bien, una niña, no una mujer ni una adolescente; una niña; sólo por pintar en un dibujo la bandera de su país. Y nada menos que por su propia profesora!!! Tal vez la profesora esperaba que dibujara la bandera pakistaní, o la india, o la de Tanzania… Pues no. La niña es española, la criatura confía en su patria y pinta su bandera, todo su pecado ha consistido en la ingenuidad de esperar el respecto que esta actitud merece. Por que, ¿qué justificación puede haber para la violencia supuestamente ejercida por esta profesora? Es evidente que, de comprobarse los hechos, debe de expedientársele y expulsarla con carácter inmediato de una labor docente para la que evidentemente no se encuentra ni capacitada ni preparada de ninguna de las maneras posibles.

Pero este no es un hecho aislado, el pasado 18 de junio, se dio una paliza a dos simpatizantes de Vox, simplemente por llevar unas camisetas de este partido en Madrid. Unos golpes especialmente violentos que llegaron a provocar en las víctimas traumatismos craneoencefálicos y pérdida de visión, a más de varias costillas rotas.

Una periodista, Almudena Grandes, publicó solo un día antes, un artículo de opinión en El País, que titulaba como “Peste”, y se refería a la imposibilidad de Sánchez de “rozarse la ropa con ninguno de los tres miembros de esa unidad de destino en lo universal que ha resucitado el fascismo en España”. Posiblemente, pensemos que es el colmo del sectarismo, pero tan sólo es una muestra. Otro periodista, persona a la que se le supone una formación y un cierto nivel intelectual, un tal Lu Forn (quizás de origen chino, de ahí el nombre), publicó el 12 de junio, otro artículo en el que venía a decir que “la anormalidad sigue siendo normal”, refiriéndose a la existencia de una supuesta extrema derecha; peligro éste contra la que se advertía en otro artículo: “Ciudadanos se prepara para pactar con la ultraderecha”, según noticia de 7 de marzo de este año.

La sucesión de noticias de este tipo es incesante y diaria, de forma que propongo crear unos premios para el periodista o político que cite más el término ultraderecha, o extrema derecha en el menor tiempo o espacio posible… Puig, el Presidente Valenciano, al parecer en un desesperado intento de innovar, llamó el 17 de junio franquistas a Vox, según reza un reporte de Periodista Digital, en la Sexta o como dicen algunos, secta, vomitando odio frente a Vox de forma incesante, según continúa diciendo la noticia, para deleite de Ferreras, gran aficionado.

Otro artículo de Rubén Amón, explicando por qué Vox es un partido de ultraderecha, en fecha de 4 de diciembre de 2018, publicado en “El País”, se sustenta, al parecer, en el sólido argumento intelectual de que se trata de un partido que enfatiza la nación. Quizás habría que preguntarle al Sr. Amón si sabe si en China se enfatiza otra cosa distinta. Y si eso les convierte irremisiblemente, también en fascistas. O si en Corea del Norte ocurre alguna otra cosa. Regímenes, supuestamente, de su misma cuerda política, por lo que se ve. Por no hablar del nacionalismo de la URSS cuando esta existía, como recordaremos todos, pues excediendo con creces los límites del simple nacionalismo se propugnaba como el imperio rojo. Y todo esto, en definitiva, nos lleva a la conclusión, después de una mínima reflexión al alcance de cualquiera que consiga apagar un ratito la televisión, de que el debate actual en España, no es más que postureo, figuración, teatro, ilusionismo y, finalmente… estupidez; pues sinceramente, nunca se ha visto a la izquierda tan perdida como en estos momentos en los que aparece como una especie de atracción de cartón piedra.

Se podría seguir, pero creo que sirve todo esto como botón de muestra para llegar a una conclusión evidente: la democracia que tenemos en España no tolera el pluralismo ni las opiniones que se apartan del Gran Camino, o sea, de la dictadura totalitaria de lo políticamente correcto; cuando está claro que cualquier convivencia democrática que se precie de serlo, debe de comenzar sustentándose en su base del más estricto respeto al que no piensa como nosotros. Pues precisamente en eso consiste su esencia, y habida cuenta de que convivir con los que piensan como nosotros no tiene mérito alguno.

Si estamos cayendo en otra inquisición, con modernos aprendices de Torquemada, y con los mass media como modernas hogueras en las que a diario alguien es sacrificado, creo que es algo demasiado incuestionable como para negarlo.

Pero en cualquier caso, esto no nos debe de apartar de la reflexión inicial: tenemos un grave déficit democrático. Nuestro sistema se ha convertido en un teatrillo para tarugos capaces de aguantar cinco horas seguidas de Gran Hermano en Telecinco o otras tantas el Sálvame de Luxe en la cadena que sea que lo hagan. Nadie piensa, no sea que le vaya a sentar mal; no existe racionalidad, ningún análisis serio de la situación, más allá de los archiconocidos topicazos; clichés del pasado y emociones fácilmente desatadas; pero no existe y se echa en falta una intelectualidad juiciosa y respetable, en un ambiente en el que cada vez hay menos formación y menos cultura; rodeados como estamos de pirómanos domingueros con la camiseta del Barça, dispuestos a vomitar sin cesar comentarios salidos de tono en el twiter, faltaría más.

  • José Manuel Millet Frasquet es abogado.