Las jotas, en especial las aragonesas, siempre han sido un canto a las costumbres, a los sentimientos y en ocasiones simbolizan los latidos de un pueblo. Así decían en 1923 por primera vez las estrofas de unas jotas editadas por D. Luis Sanz Ferrer: “Todos los aragoneses al gritar ¡Viva mi tierra!, no dicen ¡Viva Aragón!, dicen ¡Viva España entera!” o aquella otra más conocida de: “Quien oyendo un ¡Viva España!, con un ¡Viva! no responde; si es hombre no es español y si es español no es hombre”.
Decían, y no decimos, porque algunos, ahora, se podrían sentir ofendidos, ya que parece ser que hoy en día el vibrar ante una jota u otra manifestación patriótica como la reacción popular de toda España al grito de ¡España¡, ¡España¡, ¡ España¡… ante el triunfo de ser campeona de Europa y del Mundo de fútbol, es exclusivo solo de exaltados y forofos o de ultras y fachas, porque les duele que España triunfe, como a esos dos políticos nacionalistas que a la pregunta de aquellos días del periodista de qué selección desearían que ganara de entre los semifinalistas: España, Alemania, Rusia o Turquía; uno dijo Rusia, y el otro Turquía. No cabe duda que a estos dos individuos les iba que ni pintados las últimas estrofas de la segunda jota, pues pensamos que no solo no se sienten españoles sino que también odian a España.
En esta sociedad tan avanzada en ciencia y tecnología, en investigación y logros sociales; muchos pensamos que se está olvidando lo que es más importante para la ciudadanía, como son los principios y valores, las raíces y la historia, la tradición e identidad nacional; se olvidan de todo el conjunto, es decir de la Patria. No sólo la omitimos con frecuencia sino que algunos enemigos nos intentan convencer, con sus declaraciones y comentarios, como que España ya no es España. La llaman de mil formas para debilitarla y confundirla. De ahí que los pareados de la jota citada, parecen que tengan menos fuerza y actualidad que antaño. Conceptos como “Viva España”, “Todo por la Patria”, “Por España servir hasta morir”, ¡España¡, ¡España¡, ¡España¡… son frases o ideas trasnochadas, no aconsejables para la España actual, improcedentes o provocativas para algunos y lo mejor es borrarlas o pasar de ellas. Dicen que son voces o máximas del “facherío” de siempre, de fascistas o franquistas. También son los de siempre: la izquierda radical, los separatistas y ahora los nuevos populistas y comunistas que el concepto de España les da alergia, no la aman, son los tibios patriotas de nuestro tiempo que sólo saben amarse a sí mismos, siendo su premisa constante la de confundir y enredar, la de pedir y separar o la de prometer y engañar; para a toda costa conseguir “su especifico y absoluto poder”.
Lo que quieren es tomar el pulso nacional y hacerse con la batuta de una orquesta cuanto más desunida y desafinada mejor. A la Patria, o a parte de ella, la definen y maquillan de multitud de formas: Comunidad Nacional, Nación de Naciones, País, Regiones, Comunidades Autónomas, Entidad Nacional, Comunidades Históricas, Autonomías, Estados Federales, Federalismo Asimétrico… Todo, menos España, Andalucía, Cataluña… que son sus nombres verdaderos desde hace siglos. Otros, no saben definirla como concepto sublime y la definen sin definirla plenamente con solo algunos epítetos, como parte de un todo que más bien debe tener un Estado. Así, “España es la libertad” o “España es la igualdad de oportunidades” (Rodríguez Zapatero) ¡Qué pena que algunos pocos crean que España solo sea tan poca cosa! Y qué lamentable que un expresidente del gobierno sea tan insípido con España.
Nuestros intelectuales son escasos los que escriben, defienden o comentan sobre valores patrios, sobre el alma nacional o sobre lo mucho que nos une a todos los españoles. Si alguno lo hace, pronto es cuestionado en otros medios y etiquetado convenientemente por el sistema tibio del momento, con las consiguientes amenazas públicas a su persona a través de las redes sociales, coaccionando su libertad de expresión. Nuestros educadores, juristas, sociólogos y periodistas en sus trabajos docentes y actividades profesionales, pasan en silencio, “de puntillas” -salvo raras excepciones- de temas patrióticos que nos enorgullezcan de ser español, porque no quieren comprometerse, ni quieren problemas que dificulten sus aspiraciones si salen en los medios y no complacen al poder.
Es lamentable el silencio de tantas personas brillantes, que podrían sumar y ayudar en este sentido a la colectividad nacional. Tienen que salir el fútbol, los coches, las motos o el tenis y últimamente también la natación, el baloncesto o el bádminton para que se hable de España y se ondee su bandera. ¡Enhorabuena a todos los deportistas¡ pues gracias a ellos y a su esfuerzo y sacrificio nos sentimos unidos a nuestra Patria, al ver y sentir cómo es admirada en todo el mundo al oír nuestro himno nacional.
El diccionario define a la Patria con frialdad académica. Dice que “la Patria es el lugar donde se ha nacido”. Creemos una gran mayoría de españoles que además es la tierra donde no solo nacemos sino donde vivimos y deseamos morir. Esta definición de Patria, evidentemente, se queda corta, porque la Patria es mucho más que ese puñado de tierra que soldados, marinos, aviadores o emigrantes se echan al bolsillo por aquello de “si no regresan”, como me han confesado con orgullo más de uno antes de partir al extranjero a una misión de riesgo.
La Patria es además un sentimiento subjetivo y espiritual, al mismo tiempo individual y colectivo, privado y público, silencioso y sonoro, pasado, presente y futuro que tienen en común todos los ciudadanos que sienten la misma historia, la misma bandera, el mismo idioma, los mismos valores, la misma riqueza o pobreza, los mismos derechos y obligaciones, las mismas leyes, la misma Constitución, el mismo patrimonio nacional y los mismos objetivos nacionales. La Patria lo abarca todo, por ello y por lo mucho que representa, dieron su vida sus mejores hombres, nuestros héroes a través de los tiempos. Por ellos y por todos la Patria se merece todo nuestro respeto, así como nuestro reconocimiento y sacrificio en defensa de su unidad y soberanía, para engrandecerla como hacen nuestros deportistas y ciudadanos, como lo hacen también en otros países con menos antigüedad e Historia que el nuestro, cuando dicen: ¡Forsa Italia!, ¡Vive la France! o ¡Deuchland, Deuchland! Todos son un ejemplo a seguir en especial para las futuras generaciones de esta Europa que pretendemos formar y no termina de cuajar.
Decía el General del Aire D. Eduardo González-Gallarza en su elocución con ocasión de la celebración del Día del Veterano de las Fuerzas Armadas: “Desde esta base aérea de Torrejón de Ardoz, como de otras tantas, despegué con mi avión en multitud de ocasiones surcando los cielos de nuestra España. He visto grandes ciudades, pueblos muy pequeños, y aldeas que apenas contaban con unas pocas casas junto a su ermita. Y he sobrevolado paisajes blancos de nieve, otros verdes rebosantes de agua y también otros amarillos radiantes de sol. He visto ruinas romanas, palacios árabes, castillos medievales y catedrales góticas. También modernas construcciones. He visto ríos que no hacen diferencia de la tierra que riegan, también carreteras que unen sin preguntar”.
“Allí arriba, desde la paz, desde el silencio, lejos del bullicio de los hombres, he visto una España única, orgullosa de su historia y confiada en su futuro. Os aseguro que desde el cielo no se ven diferencias.Pido a Dios que mis nietos, y los nietos de mis nietos, tengan la misma oportunidad de ver la España única que yo he visto. Estoy seguro de que los que habéis conocido España pisando su tierra, navegando sus mares y volando sus cielos, compartís conmigo este anhelo de una realidad que es la España eterna y siempre unida”
Me pregunto: ¿Cuántos vemos a España así? ¿Cuántos sentimos emoción cuando oímos una jota aragonesa? ¡Somos muchos!, ¡somos la mayoría silenciosa!, ¡somos la España real!, la que muchos sienten, se alegran y manifiestan ante acontecimientos importantes con los gritos de ¡España!, ¡España!, ¡España! .