Esta columna semanal es una cita con los lectores que procuro cumplir, exceptuando las vacaciones anuales. Son ya más de veinte años haciéndolo, y deseo que siga siendo una ocasión de expresar mis opiniones y de recibirlas a raíz de lo que escribo. Por todo ello, agradezco a mis lectores que me sigan de cerca, e incluso se interesen sobre el motivo de que no haya escrito la semana pasada, como así ha ocurrido.
No publiqué la semana pasada mi columna porque tuve que ser intervenido en el Hospital General de Castellón el lunes 3 de mayo. Era una operación ya muy prevista, necesaria, no urgente: prótesis de cadera. Todos o casi todos tenemos familiares, amigos, vecinos o conocidos que han tenido que pasar por el quirófano por esta causa, y es un tipo de intervención que ha mejorado mucho en estos años. Me dieron pronto el alta hospitalaria, como es frecuente, y ahora me encuentro haciendo esa rehabilitación larga y paciente que es imprescindible. Gracias a cuantos me manifiestan su apoyo y afecto, porque lo cierto es que se experimenta la necesidad de ser ayudado en casi todo y es una rehabilitación larga, con el fin de evitar caídas que pueden ser de graves consecuencias, como por lo visto sucede con relativa frecuencia.
Mi gratitud hacia el personal del Hospital General. No sólo a la Doctora Adela Mesado, que me ha operado, sino a cuantos se han esmerado en su trabajo durante esos tres días que he estado ingresado. La sensibilidad de un enfermo es muy grande, capta menudencias que en circunstancias normales pasan inadvertidas. Médicos, enfermeras, auxiliares, celadores y fisioterapeutas –no deseo hacer una lista completa de profesionales que han intervenido– han demostrado su profesionalidad y cuidados esmerados. Es justo que se lo reconozca, y además he visto cómo lo han hecho con otros pacientes, por supuesto. Otras veces he criticado aspectos de la Sanidad pública.
Es evidente que he visto deficiencias o posibles mejoras, aunque puede ser temerario emitir juicios ante un hecho aislado o impresiones instantáneas. Si todos llevamos dentro un presidente del Gobierno y un entrenador de fútbol, también llevamos dentro un director de hospital cuando nos toca, o a alguien de la familia. Mi impresión es que los profesionales se esmeran en su trabajo, pero que hay aspectos que podrían mejorarse si quienes ocupan cargos directivos organizaran mejor el personal y el trabajo. ¿Pisan los hospitales los responsables sanitarios, para comprobar su funcionamiento y hablan con el personal? Hay cuestiones que no son económicas, sino de cabeza.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.