Hablar en público, asignatura pendiente

Ahora que está reciente el informe PISA sobre la calidad de la educación y la mejora en algunos aspectos de los estudiantes españoles, sigo echando en falta una mayor preparación sobre cómo hablar en público, ya desde la adolescencia, por poner una referencia.

Siempre he agradecido que en el centro escolar donde yo estudiaba el profesor de Lengua daba importancia a expresarse en público, no sólo a leer y escribir con corrección, que ya es algo muy importante. Y como parte de la asignatura exponíamos cada uno diversos temas, y luego se hacían observaciones por parte del resto de los alumnos y del profesor.

Seguro que yo puedo mejorar mucho en cómo expresarme en público, pero las lecciones de aquella época de mi vida me han ayudado mucho: valorar algo y dedicarle un tiempo ya es una inversión rentable para toda la vida. Y cuando se comprueba su eficacia, se cuida mejor.

Tengo un amigo periodista que imparte cursos desde hace años sobre cómo hablar en público. Recientemente impartió una sesión con el título: “Por qué tenemos miedo a hablar en público? Aprendamos a superarlo”. Viene haciéndolo desde hace años, con éxito, pero no debe ceñirse a una afición o habilidad periodística o docente, sino una parte de la formación a partir de cierta edad que luego tiene mucha utilidad en la vida profesional. ¡Hasta en las oposiciones!

Da pena escuchar algunas charlas o conferencias. Muchas veces el ponente está bien preparado, pero no sabe comunicar, con lo que se aprovecha tal vez un 10% de lo que podría transmitir, y no es por falta de interés de los asistentes, sino por deficiencias en la exposición oral. Médicos, ingenieros, economistas, titulados medios o profesionales prestigiosos que no conectan con el auditorio, a veces con gran sufrimiento o tensión por parte del ponente, que se da cuenta de su torpeza.

¿No será que despreciamos la habilidad educativa y cultural de expresarse bien en público, al margen de que hay personas con una especial facilidad casi natural? Requiere valorar su importancia, para poner remedios. He impartido algunas sesiones sobre esta cuestión, y me han sido útiles a mí y a los asistentes, o eso han dicho.

Lo que no se sabe comunicar se pierde. Hablar en público exige conocer reglas básicas, como la conveniencia de estructurar la exposición, captar la atención del público, mirar a los asistentes y no estar atado a un papel –o a un power-point, que a veces esconde la incapacidad de exponer verbalmente y con más eficacia, bajo el pretexto de las nuevas tecnologías, que invitan a veces a dormir-, destacar las ideas centrales, relacionar, concluir.

Aprender a vocalizar y variar el tono también es importante. Ilustrar con algún ejemplo apropiado lo que puede resultar abstracto, o intercalar alguna historia o anécdota que sean ilustrativos puede grabar mejor las ideas que una monótona repetición de ideas machaconamente repetidas.

Que haya contenido en lo que se expone, y que se haga con atractivo, que se le oiga con ganas al ponente, y no deseando que acabe… a veces porque simplemente se alarga en exceso, y es un evidente error cuando se habla en público. Mejor que los oyentes se queden con ciertas ganas de escuchar algo más… que no miren la hora continuamente. Que los oyentes experimenten cierto deleite y no tedio.

Si se ciñe a algo específico de profesores, periodistas o políticos, el arte de hablar bien en público –no utilizo el término oratoria, porque puede asustar a alguno– queda reducido a especialistas. Luego, muchos en su vida profesional lo necesitan ¡y se ahogan!, o bien duermen hasta a los familiares que le escuchan, que ya es decir, o bien se quedan en una reunión de trabajo raquíticos, cuando a veces sí hay mucho que enseñar, exponer o transmitir por parte del agobiado ponente.

Hay habilidades al hablar en público que unos pocos saben utilizar, pero unas pocas reglas y respeto al auditorio debería también estimular a una gran mayoría de personas a mejorar las exposiciones orales. Hay mucho margen de mejora en España.

  • Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
    Escribe, también, en su web personal.