Están proliferando en exceso las encuestas y sondeos electorales, a un año de las autonómicas y municipales, y a dos años de las generales. Casi todo en la vida tiene una regla muy popularmente conocida: “jugar al siete y medio, que tiene el riesgo de pasarse o de quedarse corto”. Y con las encuestas hay una saturación, que incluso va en contra de su propia credibilidad y eficacia. La sobredosis marea y genera pasotismo.
El lunes un diario nacional publicaba la socorrida encuesta. En ella Ciudadanos gana con un 29,1% de los votos, y el segundo partido es Podemos con el 19,8% de votos, siendo el PP el tercer partido y el PSOE el cuarto. La encuesta se ha efectuado mediante llamadas a teléfonos móviles, 2.360 entrevistas: la técnica arroja alguna duda sobre su credibilidad, por lo que supone de “asalto” mediante una llamada telefónica, y también porque hay un sector que no tiene teléfono móvil o no lo coge con frecuencia, como es el de los más mayores, que todo el mundo reconoce que no es un sector mayoritariamente proclive a Ciudadanos ni Podemos. Hay que recordar que ese mismo diario hizo una encuesta hace unos años en la que Podemos ganaba holgadamente, y luego vimos los resultados. Y veremos cuando Ciudadanos gobierne o cogobierne…
Es útil preguntarse a quién beneficia tal multiplicación de encuestas. Por un lado, a los propios dirigentes políticos, y por otro a los periodistas, que nos da juego para seguir desgranando hipótesis y análisis. Sin embargo, son bastantes los ciudadanos que “pasan” de estas encuestas, precisamente por su proliferación, y ponen en duda su conveniencia y finalidad. Es muy típico del carácter hispano contestar a ciertas preguntas, como es el caso de las encuestas electorales, para fastidiar o poner nervioso a un determinado partido político, que a veces es el que ha votado en las últimas elecciones o el que piensa votar probablemente. Cuando se dice que una encuesta tiene un margen de error de un 2% más o menos, hay reacciones de incredulidad y desdén.
Aparte de indicar las fechas en que se realizó la encuesta, quienes las llevan a cabo deben ser precisos –si quieren ganar en credibilidad, que tienen que ganar– y especificar cómo se ha hecho, con qué criterios se han seleccionado las encuestas –edad, ubicación geográfica, proporcionalidad o no en relación a población y/o escaños, etcétera-, pues al menos en algunas yo lo echo en falta y, en otras ocasiones, me parece muy discutible el método. ¿Y la encuestas que se hacen y no llegan a publicar, porque no interesan a quien las ha encargado? Interesante cuestión. Y los intereses existentes.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.