La hija de unos amigos, joven médica en un hospital de Valencia, cumple con su horario de trabajo, y colabora como voluntaria el resto del día en la zona afectada por las inundaciones. También acude los festivos y fines de semana. Saca fuerzas para cumplir con su horario de trabajo y, a la vez, ayudar todo lo que puede como voluntaria.
Es un ejemplo, entre miles, de lo que está sucediendo tras las inundaciones del 29 de octubre. Jóvenes profesionales y estudiantes no lo han dudado desde el primer día, y siguen al pie del cañón, pese a la lentitud y descoordinación de las instituciones, al margen los reproches políticos partidistas, porque por encima de todo quieren ayudar a las personas sin cálculos de ningún tipo.
Voluntarios de todas las edades, en su mayoría jóvenes, que acuden de otras provincias y comunidades autónomas, también de Teruel. Tengo grabadas las imágenes del “día después” con filas de voluntarios cruzando el puente para ayudar, con poco más que unas zapatillas, una pala y mochila o bolsa para llevar los primeros auxilios.
Los primeros auxilios llegaron en muchos casos gracias a los voluntarios, y abundan testimonios de familias y personas que reconocen que comieron gracias a los voluntarios, mientras los políticos se echaban unos a otros la culpa.
Una joven de 23 años, enfermera, que vive en la zona inundada, ha relatado que recibió en su casa a más de 500 voluntarios, que solo preguntaban donde tenían que ir a ayudar, a limpiar, y ella les indicaba el lugar. Esa misma joven ha destacado que notaba la fuerza de la oración de muchas personas, para mantenerse ella fuerte física y espiritualmente, y para sostener el esfuerzo de los voluntarios que iban llegando.
Se pueden sacar muchas lecciones de esta tragedia, y se deben extraer, para la reconstrucción y para evitar que vuelva a suceder algo parecido. Mejorar la previsión técnica, ordenar el urbanismo, ser rigurosos con la limpieza de cauces y barrancos.
Es evidente que tal vez la mejor lección que hemos recibido todos es la generosidad y el esfuerzo de los jóvenes. Hasta el 29-O, si se hablaba de los jóvenes españoles era fácil aludir a su comodidad, escasez de ideales o poco esfuerzo. Y nadie rechistaba.
Los jóvenes han demostrado, con hechos, que tienen un corazón y una fortaleza que superan lo previsible. Están demostrando –porque queda mucho trabajo todavía– que encabezan la solidaridad: no solo la tienen, sino que son ejemplares.
La solidaridad valenciana, y de modo especial la de los jóvenes, va a generar muchos reconocimientos, homenajes y premios. Me llega la iniciativa de un vecino de Benicássim que pide que se les dedique ya una calle a los jóvenes por la DANA.
Sin embargo, los solidarios, y de modo especial los jóvenes, lo que ya nos piden a los demás es replantearnos nuestras prioridades vitales, indagar en nuestra vida qué hay de egocentrismo y materialismo, qué hay de individualismo, y reaccionar. Ese homenaje es el que debemos todos a los que están ayudando a Valencia. Ojalá esta tragedia sirva como megáfono para hablar a un mundo de sordos: para pensarlo, vale la pena.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.