Ximo Puig, presidente de la Generalitat Valenciana, lleva cuarenta años en la política, que se dice pronto. Ha tenido que utilizar sus muchos recursos para sobrevivir políticamente, tras la debacle socialista valenciana de los años 90 –anticipo de la debacle nacional- , haciendo de su Morella natal un fortín como alcalde, siendo diputado autonómico y nacional, y desde 2015 presidente de la Comunidad Valenciana, gracias a los apoyos de Compromís y Podemos.
Tras esos cuarenta años de experiencia, es innegable su habilidad y su facilidad para adoptar diversos papeles en el gran teatro de la política. Sin embargo, está incurriendo en una dañina esquizofrenia política.
Hace unos días, un veterano amigo periodista, José María Arquimbau, afirmaba que nunca ha estado tan envilecida la política en España desde que la ha conocido él, y que por ello los mejores no quieren dedicarse a la política. Este amigo va a cumplir 80 años, y su perspectiva es cuando menos interesante.
Ximo Puig presenta un aire conciliador y hasta sensato fuera de la Comunidad Valenciana. El pasado 12 de octubre afirmó que “Madrid es España, pero España es mucho más que Madrid”, lo cual es compartido por muchos españoles que opinan que a los madrileños no les interesa lo que sucede en el resto de España. Ximo Puig añadió que “España se fortalecerá en la medida que sea como es, con más cohesión social y con mayor cohesión territorial”. Palabras sensatas, al menos en mi opinión.
Puig gobierna en tierras valencianas con Compromís y Podemos, lo que le permite jugar el papel de sensato frente al radicalismo de Compromís y Podemos en muchas cuestiones, pero que le implica directamente y desdice sus discursos conciliadores: es el presidente de la Generalitat.
Pongamos algunos ejemplos de la doble cara de Ximo Puig, según gobierna y según afirma, sobre todo fuera de la Comunidad Valenciana.
En el proyecto de Ley de Función Pública se exige el valenciano como requisito para ejercer los médicos en la Comunidad Valenciana. El Colegio de Médicos de Valencia ha dicho que es inadmisible, así como sindicatos de médicos y enfermeros, porque lo que importa es que sean buenos médicos, no que sepan o no el valenciano, y calculan que, si se aprueba como requisito, se marcharán unos 1.000 médicos de la Comunidad Valenciana, precisamente cuando por la pandemia que sufrimos se notan más las carencias de médicos. Vaya manera de cuidar la cohesión territorial española, aislando por el idioma.
En materia educativa, el radical conseller Vicent Marzà (Compromís) no para de atacar la enseñanza concertada, por todos los medios. Sólo las reiteradas sentencias del Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana y del Tribunal Supremo están impidiendo sus atropellos. Pero Ximo Puig reitera, una y otra vez, que la solución es la colaboración público-privada, y en la educación permite o consiente continuos ataques a la libertad y la cooperación privada, de la sociedad. No se entiende esta esquizofrenia de Ximo Puig, aunque presida un tripartito, en materia tan decisiva, salvo que comparta en el fondo esos continuos ataques a la concertada y sus discursos escondan sus deseos reales.
Ximo Puig habla de colaboración del sector público con el sector privado, y ya son dos los hospitales que han vuelto a la sanidad pública, pese a que estaban bien gestionados privadamente por una concesión, en Alzira y en Torrevieja.
En el anuncio de los Premios Jaime I el pasado martes, Ximo Puig insistió en la ciencia, la innovación y la internacionalización. Como presidente de la Generalitat, ve cómo de tierras valencianas siguen saliendo jóvenes titulados para abrirse camino en otros países y comunidades autónomas, y permite que la imposición del valenciano, con una enseñanza muchas veces íntegramente en valenciano, siga en aumento a todos los niveles educativos. Le importa más el valenciano que la investigación y la innovación.
Él es el presidente de todos los valencianos. No sirve argumentar que Vicent Marzà o Mónica Oltra lo exigen. ¿Cuándo dice Ximo Puig lo que de verdad piensa, o como en tantos casos hemos de atenernos sin más a los hechos sin creernos sus palabras? Su esquizofrenia política es más que preocupante, y muy perjudicial para los valencianos. No es un consuelo que hay otros políticos que practican la esquizofrenia –a veces denominada con suavidad incoherencia- en nuestro país.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.