“Hemos visto su estrella en Oriente y Venimos a adorarle” (San Mateo II, 2).
No cabe duda que el nacimiento del Niño Dios en el pesebre de Belén es uno de los acontecimientos más importantes para la Humanidad y la Cristiandad, pues sin él, Jesús no habría nacido, y la redención del género humano no hubiera sido posible. El Niño Jesús nace de una familia humilde, en un lugar aislado, en ruinas, en un pesebre donde comían las bestias y rodeado de pastores. Está inmerso en un ambiente de humildad, pobreza y silencio, que serían las constantes de toda su vida.
Una estrella guía durante un tiempo a tres Reyes con sus cortes hasta conducirles al lugar exacto del Nacimiento, y le ofrecen presentes: “Oro, incienso y mirra”; mientras un ángel anuncia a las gentes de los alrededores y a los pastores allí presentes, la buena nueva:”Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad”. Los Evangelios no concretan las nacionalidades de los Reyes, sí en cambio dicen: “Hemos visto su estrella en Oriente y venimos a adorarle”. Cabe pensar que eran de países distintos y que siguiendo cada uno la misma estrella convergieron en Belén; además, la tradición, pinturas e imágenes nos representan siempre un Rey de raza negra lo que cabe pensar que sus Majestades eran de las distintas razas conocidas en aquel entonces y más próximas a Palestina: Europa, Asia y África.
En segundo lugar, resumo algunas ideas resultantes de esta reflexión, no con ánimo de enseñarlas a nadie, sino de enumerarlas y afirmarlas de forma individual y conceptual, respetando por supuesto como siempre, la opinión, creencias y libertad de cada cual. El Niño Dios nos dice, desde el mismo instante de su nacimiento, que la humildad, la pobreza y el silencio deben ser valoradas en sus justos términos y nos acercan e invitan a tenerlas en cuenta en nuestras vidas, opinión no compartida, olvidada y desvirtuada, desgraciadamente –en la actualidad- por muchos creyentes que elegimos el protagonismo, el lujo, el ruido y a Papá Noel. Jesús nace rodeado de pastores, como decía, en un pesebre y es visitado y adorado por Reyes Magos. Es decir, están representadas todas las clases sociales, desde las más humildes, los pastores, a los más poderosos, los Reyes. También están presentes, todas las razas.
El importante acontecimiento es considerado, desde entonces, universal y es divulgado y conocido. Jesús nace en Belén y con Él, el Cristianismo, que representa a una de las más importantes religiones monoteístas, extendiéndose con los Apóstoles, en poco más de un siglo, por todo el Imperio Romano y países colindantes. La historia nos dice que hubo pueblos que vieron la estrella y creyeron; otros no, pero después, también creyeron porque les contaron el acontecimiento. Con los hombres, pienso que ocurrió lo mismo, con el matiz de creer o no creer, según la libertad y la voluntad de cada cual. Así, nos encontramos con creyentes o no creyentes, agnósticos o ateos, creyentes practicantes o creyentes no practicantes… Hasta nuestros días.
Me pregunto: ¿Es que la luz de la estrella, de una u otra forma, no ha llegado a todos? O ¿Es que unos la miraron, otros cerraron más o menos los ojos, y los demás le dieron la espalda? La gran suerte que tenemos los hombres de todos los tiempos, es que la Estrella y los Reyes Magos pasan todos los años, sin faltar por Navidad, y tenemos la oportunidad de creer en ella y en el mensaje de humildad, pobreza y silencio a la que todos los años el día seis de Enero nos podemos reenganchar y creer en el Niño Dios.
J u a n U r i o s T e n.
Enero de 2021