En medio de manifestaciones masivas que han discurrido -y seguirán haciéndolo- en toda España, acaba de celebrarse el debate de investidura de Pedro Sánchez que ha vencido por los esperados 179 contra 171 votos.
Los discursos tampoco han traído mucho de nuevo. Como era de esperar Sánchez ha cantado las supuestas glorias de su pasada legislatura, ha despreciado a sus oponentes y se ha humillado ante sus aliados.
Feijóo estuvo brillante como suele estarlo y soportó estoicamente la esperada lluvia de insultos procedentes de los socialistas, los comunistas, los separatistas y los herederos de los etarras. Veinte partidos tuvieron que aliarse para derrotar por ocho votos al PP a VOX y al voto solitario de UPN.
Contra viento y marea, Abascal elaboró su tesis sobre el golpe de estado, sin que nadie le secundara y pasando por encima de la presidenta del Congreso, fiel servidora de su partido y capaz de interrumpir el discurso de cualquier ponente que no militara en su bando.
Todo lo demás que se oyó en el hemiciclo fue lo de siempre: las poses chulescas de Rufián, la falsa ironía de Esteban, las críticas típicas de Bildu y BNG esta vez aderezadas con unas gotas de antisemitismo pero sin que ninguno de ellos fuera capaz de sacarnos del sopor.
Hasta que llegó el elemento realmente diferenciador del debate: la intervención de Myriam Nogueras una diputada no muy conocida aun pero que está llamada a convertirse en la estrella de la legislatura. Sin bromas ni florituras, la señora Nogueras no perdió el tiempo ni en guerras ni en criticas a la derecha; iba a lo suyo.
Y lo suyo era recordar a Sánchez que a Puigdemont no le había gustado nada su discurso inicial y, o cumplía fielmente lo pactado en las 23 páginas de la Ley de Amnistía o iba a durar poco en La Moncloa.
Aquella breve intervención marcó un antes y un después en el debate. Las risas y los desprecios dedicados a la derecha se transformaron en un gesto temeroso y humilde del candidato que prometió cumplir lo pactado y al que solo faltó hincar la rodilla.
Comienza así una legislatura como no la hemos conocido en el último medio siglo. Una vida política en que tendremos choques en todos los frentes: el Ejecutivo y el Legislativo contra el Judicial; dentro de éste, el CGPJ y el Supremo contra el Constitucional; España contra Cataluña y el País Vasco; ERC contra Junts y Bildu contra el PNV. Sin hablar del choque entre el PP y el PSOE y otras fricciones intrapartidistas.
Una legislatura en que tendremos que discernir si estamos en una Democracia o en una Dictadura, si Cataluña está mejor o peor que antes de Sánchez; si tal eventual mejoría no se ha conseguido a costa de un empeoramiento del resto de España que se va fracturando por culpa de las desigualdades con que el nuevo Frankenstein trata a las distintas autonomías. Y si eso de hacer a Puigdemont las concesiones que se le están haciendo es o no es una corrupción como una casa.
Lo ha dicho Sánchez: hay que adaptarse a los nuevos tiempos y hacer de la necesidad virtud. Comprendido: la necesidad de continuar en La Moncloa y desde ahí pagarse las virtudes -o los vicios- requeridos.
Jorge Fuentes Monzonís-Vilallonga es Master en Ciencias Políticas y Económicas y Derecho.
Diploma de Altos Estudios Internacionales. Embajador de España en Bulgaria en 1993.
Primer Embajador de España en Macedonia en 1995.
Embajador de España en Bruselas WEU en 1997, entre otros cargos.