Otros sindicatos no son solamente posibles, sino necesarios. La vergonzosa inacción de CCOO y UGT, los sindicatos mayoritarios y que manejan todos los hilos sindicales en España, viene de lejos: son correas de transmisión del Gobierno cuando es de izquierdas; y cuando el Gobierno es del PP son arma arrojadiza de las izquierdas.
Hace tiempo que no tienen como prioridad la defensa de los intereses laborales y económicos de los trabajadores. Sn un entramado de subvenciones y miles de liberados sindicales que, en la mayor parte de los casos, son una carga económica sin justificación.
O llamamos las cosas por su nombre, o es difícil entendernos, y desde luego imposible aunar esfuerzos para un objetivo que valga la pena. Los sindicatos mayoritarios hace tiempo que traicionaron a los trabajadores: viven a costa de ellos y de todos los ciudadanos, por las subvenciones estatales que reciben.
Desde luego, estoy generalizando, y eso siempre es algo injusto con los que cumplen y defienden de verdad los intereses de los trabajadores, pero es público y notorio que hay hartazgo hacia los sindicatos y sus líderes.
El precio del combustible ahora, como ha afirmado un ministro italiano, es una “estafa colosal”, que no tiene justificación. De cada litro que repostamos ahora, a impuestos va un euro, en números redondos. No tiene justificación. Gobierno y petroleras se están aprovechando. ¿Y qué hacen los sindicatos para evitar este abuso? Nada de nada.
Los sindicatos mayoritarios, CCOO y UGT, se han vendido al Gobierno. Si se prefiere, el Gobierno ha comprado a los sindicatos, regándoles con el doble de subvenciones en estos dos años, en plena crisis económica por la pandemia y ahora por la guerra en Ucrania.
En medio de recortes en Sanidad, refuerzos que nunca llegan, precios de luz y gasolina por las nubes, quejas generalizadas y petición abrumadora de que se bajen los impuestos, Pedro Sánchez se ha ido resistiendo, y cada día que está demora esa bajada de impuestos sigue ingresando vía impositiva muchos millones.
Hace una semana CCOO y UGT rechazaron expresamente una bajada general de impuestos. Insisto en lo de EXPRESAMENTE, porque es el colmo de su servilismo político y abandono a los ciudadanos. En este caso, no es que se callen, sino que van en contra de la demanda generalizada de que se bajen los impuestos.
Unai Sordo y Pepe Álvarez, líderes de ambos sindicatos, han reclamado que se contenga el precio de la electricidad, se proteja el empleo y se frene el deterioro de nuestras condiciones de vida. A la vez, han dicho NO a la bajada generalizada de impuestos, alegando que “sería una trampa y no arreglaría nada”. Convocaron una manifestación en Madrid: 500 asistentes, fiel reflejo del abismo que hay entre sindicatos y trabajadores, e incluso faltaron muchos liberados sindicales.
El desprestigio de los sindicatos viene de lejos, y tiene su origen en la vinculación con los partidos políticos: CCOO con Unidas Podemos ahora –y siempre con la formación comunista de turno– y UGT con el PSOE. No defienden los intereses de los trabajadores, sino los del Gobierno, si es de izquierdas: si es del PP, o en un futuro de PP-Vox, una actividad febril para enfrentar trabajadores, empresas y Gobierno, con un esquema anquilosado de raíz comunista.
Ante el clamoroso silencio de los sindicatos, el campo y los transportistas se han lanzado a la calle y a los paros. Saben que los sindicatos están bien “regados” por el Gobierno, y nada esperan de ellos. Esta dependencia política de los sindicatos es letal, dinamita su esencia.
No han criticado las 4.000 botellas de Rioja en el Ministerio de Trabajo de la comunista Yolanda Díaz, o los 200 kilos de langostinos. No critican que tengamos 23 ministros. Mientras, las familias sufren, los precios se disparan, y los sindicatos repiten que hay que ir a soluciones más “complejas” que bajar impuestos.
Hay que modificar la financiación de los sindicatos. Transparencia y dígase cuántos liberados sindicales hay ¿a que no se atreve nadie a decirlo ahora, ni nunca? No se pueden revitalizar CCOO y UGT porque son cadáveres, están muertos.
Asusta el comentario de algunos: “¡En el futuro me puede salvar el sindicato, me puede tocar el turno del pesebre!”. Y la pasividad puede alargar los abusos actuales.
Puede ser lo más doloroso de estas líneas: que en el fondo el mundo sindical sea un circo de prebendas que va rotando y que una parte espera beneficiarse en algún momento. O un síntoma de pasividad cobarde, para acabar con los sindicatos mayoritarios CCOO y UGT, y crear otros nuevos. Se puede, si se quiere: hay que moverse.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.