Las adolescentes preocupan a toda la sociedad en estos momentos. Es una edad crucial, de habitual rebeldía, de descubrimiento humano, de inicio de afirmación de la personalidad, y por eso siempre ha habido en los adolescentes elementos de fluctuación, que preocupan a familias, docentes y ámbitos diversos de la sociedad.
Dos hechos elevan la preocupación actual: los comas etílicos entre las adolescentes y su renuncia a denunciar la violencia machista. Algo grave está pasando, y no sería justo atribuirlo a las adolescentes únicamente, sino a quienes intervienen en su formación y desarrollo, especialmente las familias.
Hace un mes, Laura falleció a causa de un coma etílico, en una ciudad madrileña. Hace unos días, otra menor de 13 años estuvo a punto de fallecer por la misma causa, tras un botellón. En el caso de Laura, ya había tenido que ser atendida en otras ocasiones por el mismo motivo. ¿Sólo ahora hay borracheras entre las adolescentes? Desde luego que no, pero su mayor frecuencia e intensidad sí han aumentado peligrosamente en la sociedad, y no sólo a causa de los famosos botellones: tal vez beben menos las chicas, pero las que beben lo hacen en mayor cantidad y sin calibrar los riesgos. Por supuesto que habrá que atajar la venta de alcohol a menores de edad, pero todos sabemos que hay muchas manera de que lo adquieran, por ejemplo comprándolo un mayor de edad que sea amigo o conocido.
Otro dato muy llamativo lo ha aportado una juez de Valencia, Herminia Rangel. Ha afirmado que las menores no reconocen ser víctimas de violencia machista y “todas las denuncias las inician los padres”. Intervienen los padres al observar hematomas o esguinces, pero las hijas no reconocen la violencia machista y rechazan las órdenes de protección. Más aún: estas jóvenes niegan que su novio le haya pegado, y afirman que simplemente les ha empujado, no considerando las faltas de respeto como maltrato. Y la jueza Rangel señala que el móvil es “caldo de cultivo para esas agresiones”, pues se les acosa pidiendo continuamente la ubicación o con quién está. Esas jóvenes confunden el amor con los celos y el control: peligroso y lamentable.
El riesgo y lo fácil es considerarlo casos aislados. A mí me parece, como a muchos, que es la punta del iceberg de unos problemas que tienen las adolescentes. Es una edad de cambio evidente, en lo físico y en lo psíquico, y están fallando pilares de su educación y más apoyo en las familias. Urge una reflexión y arbitrar medidas.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.