Por desgracia, no se nos pueden olvidar las declaraciones de Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad, el pasado 31 de enero: “España no va a tener más allá de algún caso diagnosticado”. En esa fecha ya se investigaban casos de coronavirus en Castilla La Mancha y Gomera. Simón deseaba tranquilizar a los españoles, pero semejante afirmación del 31 de enero nos dejó perplejos a muchos, puesto que la pandemia estaba en su auge en la vecina Italia y todos somos conscientes de que las amplias relaciones comerciales y sociales entre España e Italia hacían presagiar que llegaría la pandemia a nuestro país, como así fue. De algún caso aislado o diagnosticado que predecía Simón, hemos pasado a una terrible pandemia, con 27.136 fallecidos según cifras oficiales, y en la realidad se sabe que han sido en torno a 45.000, cruzando otros datos oficiales y teniendo en cuenta que en España no se cuenta como indica la OMS, para rebajar la cifra de fallecidos. Se sabe que hay fallecidos en España en la última semana, pero no se incluyen en cifras de fallecidos, con excusas que nadie se cree.
La desinformación sigue siendo preocupante. Pablo Iglesias ha reconocido que se han cometido errores, pero evita decir que él se autoconstituyó en responsable de las residencias de mayores en calidad de vicepresidente del Gobierno, y no ha hecho nada al respecto, salvo atribuir las competencias a las comunidades autónomas.
Se han cometido, se están cometiendo, muchos errores en la gestión de la pandemia en España. A todos los niveles. El incesante goteo de querellas es sólo una muestra más. Hay que sacar conclusiones, lecciones, para que no se repitan, en el supuesto de que haya un rebrote o que en el futuro nos afecte otro tipo de virus.
El Observatorio de Bioética de la Universidad Católica de Valencia emitió el pasado lunes un informe demoledor, muy duro, sobre dilemas éticos que nos deja esta epidemia como sociedad. Hay que afrontarlos con realismo, valentía y claridad. El Observatorio denuncia los errores y omisiones cometidos, los titubeos y cambios de criterios sanitarios –las mascarillas no eran obligatorias y ahora sí, curioso-, la incapacidad para lograr equipos de protección a sanitarios –echo en falta en ese informe que se aluda a la desprotección de los trabajadores de las residencias de mayores-, así como la poco fiable “opinión de los expertos”. Tardanza, improvisación: aprendamos. El Observatorio pide que “alguien debe tomar nota” para el futuro.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.