El Papa Francisco acaba de publicar su tercera encíclica, “Fratelli Tutti”, sobre la fraternidad y la amistad. Como en otras ocasiones a lo largo de su pontificado, el Papa incide en la dimensión social del hombre, en sus ocho capítulos. Todavía no he podido leerla entera, pero no quiero desaprovechar esta cita con los lectores para animar a leerla, sin quedarnos en lo que otros nos cuentan sobre esta encíclica o en meros titulares periodísticos, necesariamente sintéticos. Pienso en Pedro Sánchez, que ha sido el primer líder político de España en valorar la encíclica, alegrándose de que denuncie las injusticias, el neoliberalismo y el populismo: ¡y lo dice un presidente de Gobierno que gobierna con populistas! A algunos les puede parecer que leer una encíclica del Papa les supera, pero animo a leerla por diversos motivos. Entre ellos, el que expresó Joaquín Navarro Valls, portavoz de la Santa Sede durante 22 años, subrayando que el Papa es de las personas mejor informadas del mundo. Y también que el lenguaje y los textos del Papa Francisco son muy directos y resultan de gran interés: son amenos porque abordan cuestiones mundiales de actualidad apelando a aportar soluciones.
Se lee poco, estamos inmersos en una cultura del “impacto” y desde diversos ámbitos se insiste en la necesidad de reflexionar más. Si se reflexiona, se está en condiciones de no dejarse manipular con facilidad, riesgo al que estamos más expuestos de lo que nos parece en la actualidad.
El Papa viene insistiendo en estar cerca de las personas más vulnerables, todos atentos a las necesidades de quienes nos rodean, también alertando sobre una cierta religiosidad podríamos decir “individualista” o “espiritualista”. Somos alma y cuerpo, una unidad, personas y también integrantes de una sociedad, por lo que la dimensión social es inherente al catolicismo, y de hecho el propio Papa califica esa encíclica como una “encíclica social”, y expresa su deseo de que las convicciones cristianas sirvan para el “diálogo con todas las personas de buena voluntad”. Que no nos lo cuenten ni nos resuman esta encíclica, que trata cuestiones de tanta actualidad como la pandemia del coronavirus y la reacción del mundo, con aspectos tan dolorosos como la muerte de decenas de miles de ancianos y que todos sabemos que se debía haber hecho mucho más por ellos. Trata también los riesgos de la comunicación digital, en la que estamos todos ya implicados –y cada vez más-, que puede ir en perjuicio de un trato personal, de una amistad insustituible por mucho que proliferen medios tecnológicos. Leámosla.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.