La táctica que empleaban los antiguos persas era, deliberar ebrios, decidir sobrios. La razón era muy sencilla, lo que discutían cuando estaban bebidos lo analizaban con sus pros y contras sobrios, si consideraban que eran acertadas, entonces las ponían en práctica.
Esta pericia aseguraba que todos los participantes expusieran sin tapujos sus opiniones que, probablemente estando sobrios, no se atreverían a revelar.
No creo que la decisión tomada por los tres representantes del PSOE, Cristina Narbona (recordada, entre otras cosas, por derogar el trasvase), Ander Gil y Manuel Fajardo, más la abstención de Imanol Llanda del PNV (seguramente pensando en “su” Euskal Herria) avalando en la mesa del Senado los términos “país valencià” o “països catalans”, cuando se refieran a la Comunitat Valenciana, sea fruto de los efectos etílicos sin llegar a estar ebrios como los persas, sino más bien del propio desconocimiento de la Constitución, o de ser los monaguillos de sus aliados catalanistas.
Mucho se ha hablado, y se habla, de la inutilidad de la Cámara Alta conforme está configurada. Incluso que su única idoneidad era mantenerla como el cementerio de elefantes donde colocar a los que, por circunstancias, no cabían en otros sitios, sin más méritos que ser designados por el partido.
Es por ello que, determinadas decisiones, como la ahora propiciada por la Mesa del Senado, no son fruto del conocimiento, ni de la propia ley, sino de los intereses de sus respectivos partidos, que no de sus votantes.
Porque de no ser así sabrían que, siendo cierto que en el preámbulo de nuestro Estatuto se menciona “país valencià” como algo nostálgico, sin más (por mucho que algunos se empeñen en lo contrario), no lo es el art. primero, punto 1 de nuestro Estatut que dice: “El Pueblo valenciano, históricamente organizado como Reino, se constituye en Comunidad Autónoma, dentro de la Nación española, como expresión de su identidad diferenciada como nacionalidad histórica y en el ejercicio del derecho de autogobierno que la Constitución Española reconoce a toda nacionalidad, con la denominación Comunitat Valenciana”
Por otra parte, a no ser que modifiquen la Constitución para la ensoñación catalanista, en su art. 145 dice: “En ningún caso se admitirá la federación de Comunidades Autónomas”.
Flaco favor le hacen al Senado estos “nominados”, al ya de por sí desprestigio del mismo, si no son capaces de respetar la Constitución o de burlarse de los distintos estatutos de autonomía, donde se especifican claramente tantos las lenguas oficiales, los símbolos, o las denominaciones de las mismas. Porque en estos temas, como en otros, ya no es una cuestión de interpretación política “sui géneris”, sino de cumplir la ley y velar para que se cumpla.
La sala del contencioso-administrativo de la sección quinta del Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana (TSJCV), dictaba sentencia de fecha 10 de mayo de 2012 contra los estatutos de la Universidad Jaume I (UJI) de Castellón rechazando la utilización de “País Valenciano” como equivalente a “Comunitat Valenciana”, por entender el tribunal que no se utiliza como antecedente histórico, sino para definir así a la Comunitat Valenciana, lo que es contrario al Estatuto de Autonomía, como ya falló el propio TSJ en sentencia de 7 de abril de 2005.
Pero si es incomprensible que determinados elementos del PSOE y del PSPV sean abducidos por la megalomanía catalanista, mucho más es que Ximo Puig permanezca mudo ante semejante humillación a los valencianos. No, no vale la callada por respuesta, las vejaciones a la personalidad valenciana es constante y premeditada: la paella, las fallas, la Albufera, Tabarca, el Mercado Central, la lliteratura migeval valenciana (Sigle d’Or) incluida como catalana en la BNE, las bandas de música, etc., ya todo forma parte de los fantasmagóricos “països catalans”. Ahora ya sólo falta que los hagan oficiales.
Ahora ya no pueden esgrimir, como lo hacen, que cuando denunciamos la apropiación indebida de la identidad valenciana por parte catalanista vemos fantasmas. ¡Es un hecho! Cada usurpación cultural a lo valenciano tiene una última finalidad, conseguir el objetivo político: crear los “països catalans”.
Ya algunos han pasado del “que digan lo que quieran”, els pobrets ni han segut res historicament, mes que un simple condat dins de la Corona d’Arago, ni lliterariament, ni res i tenen que aparentar algo, a ser conscientes que esto ya no es un juego. Y si lo es, sería el “del calamar”. A cada prueba que nos someten los catalanistas perdemos por nuestra falta de reacción o pasividad. Así comprobamos como cada día vamos perdiendo la batalla y nos dejan mermados. Y, lo que es peor, sin reacción.
Si Ximo Puig, por miedo a no salir en la foto, no actúa como secretario general del PSPV (PV, una más), tiene la obligación de hacerlo como presidente de todos los valencianos, y cuando alguno le diga “països catalans”, o se apropien de lo nuestro, les diga: Los “països catalans” no existen, idiota.