Hace ya dos meses, los directivos de una empresa privada plantearon a los trabajadores que optaran entre rebajarse los sueldos o que se produjeran despidos, ante la ya evidente crisis económica y laboral. Los trabajadores eligieron rebajarse los sueldos, lo cual me parece lo más razonable, solidario y realista. No me consta que ese planteamiento se haya hecho en empresas públicas.
Mucho se está hablando y escribiendo sobre la crisis laboral en que estamos inmersos tras la pandemia. Abundan opiniones de expertos, planteamientos generalistas, pero que en mi opinión olvidan con frecuencia la importancia de mantener el máximo de empleos posible.
Sí se reconoce que el empleo lo crean, sobre todo, las pequeñas empresas, los pequeños comercios, bares o restaurantes de tamaño pequeño o mediano. Y son esas pequeñas empresas las que ahora abren tímidamente con la incertidumbre existente, o no acaban de decidirse por el temor a lo nuevo.
Conozco pequeñas empresas que, ya en la crisis de 2008, optaron con gran esfuerzo, tenacidad y creatividad por mantener los puestos de trabajo, y muchas de ellas salieron adelante. Ahora, esas mismas empresas viven la actual crisis con similar desazón y conscientes de que es una decisión muy personal –o familiar– cerrar, acogerse a la jubilación o, por sacar adelante empleos de personas muy cercanas y que se han dejado la piel en su trabajo estos años, continuar.
Por supuesto que son momentos de crear empleo, pero el primer escalón es mantener los puestos de trabajo, con un planteamiento humano y realista, pero viendo personas y familias detrás de cada decisión, no sólo mayor o menor beneficio, o pérdidas asumibles durante un tiempo con la esperanza activa de recuperar en un plazo prudencial cuota de mercado o de clientes.
Mantener puestos de trabajo no es nada fácil. Hay que asumir la situación, hacer números y, al menos, intentarlo durante un plazo prudencial. Nada sale sin esfuerzo, y lo saben bien los pequeños empresarios, que escuchan con frialdad y hasta desdén los 140.000 millones de euros que Bruselas va a proporcionarnos, o los millones que el Gobierno ha anunciado para ciertos sectores. No saben ni quieren saber de negociaciones entre Estados, declaraciones de políticos –“¿cuántos puestos de trabajo habrá creado en su vida este ministro?”, comentaba hace poco un pequeño empresario-, porque viven del día a día y son el mejor pulso de la realidad.
Los pequeños empresarios viven con preocupación el recientemente aprobado Ingreso Mínimo Vital, que estiman tal vez necesario pero de modo temporal. Mientras, Pedro Sánchez se ufana de que un tercio de los españoles viven del Estado, y continuamente subraya Pablo Iglesias la necesidad de empleo público, en vez de dirigir su mirada y sus decisiones a esa economía real de las pequeñas empresas, el emprendedurismo, la iniciativa privada. El empleo es el mejor “subsidio”, pero el subsidio tiene más rédito electoral inmediato: sectarismo y votos lo explican.
Son encomiables esos pequeños empresarios decididos a continuar, a abrir, por ellos y los trabajadores que dependen de ellos, conscientes también de que han de adaptarse al comercio digital o a los nuevos hábitos de consumo. ¿Con cuántos de ellos habrán hablado Pedro Sánchez o Pablo Iglesias? Menos televisión y más realismo.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.