La Navidad es el período de tiempo más esperado del año. El núcleo es Nochebuena, celebración de nacimiento de Jesucristo, pero también se extiende a los días posteriores. Los motivos de esa “espera” son muy variados, siendo el eje un conjunto de celebraciones religiosas que, con independencia de la mayor o menor práctica religiosa, impregnan la vida de los hogares y de las personas. Proliferan los Belenes -salvo en la Moncloa, así es Pedro Sánchez-, los villancicos que se oyen o cantan son la música de fondo de lo extraordinario de estos días, las familias buscan la unión como en ningún momento del año, los regalos son el reflejo de la excepcionalidad de estos días. Y también son esperadas estas fechas por la paga extraordinaria, que sirve un poco para pensar en quienes no la cobran ni tienen recursos económicos.
El villancico “Noche de Paz” cumple este año su segundo centenario. Nació gracias a dos austríacos, y ahora es el villancico más representativo de estos días entrañables. Tiene una letra que bien puede articular lo que pensamos y hacemos en estos días, porque la paz la queremos todos, la buscamos todos, pero hay que acertar con el camino que conduce a la paz.
En el lenguaje cotidiano, asociamos paz a la ausencia de guerra, casi estrictamente de tipo militar. Una escena de la I Guerra Mundial, histórica, ha sido motivo de no pocas felicitaciones este año a través de whatsapp, cuando en 1914 los soldados alemanes y aliados entonaron el “Noche de Paz” en el día de Nochebuena, se abrazaron, jugaron un partido de fútbol y se olvidaron de la guerra por unas horas. Lo cierto es que es un hecho y una escena que conmueve, aunque la ternura deja un poso de pena, porque a las pocas horas esos mismos soldados volvieron a las armas.
Hay otros tipos de paz que no tienen que ver con las contiendas militares, aunque bien analizados son el germen de crisis y enfrentamientos que acaban conduciendo muchas veces a la violencia. La paz no es sinónimo de comodidad ni de que todo vaya bien: el consumismo exagerado tiene un fondo egoísta y equivocado, y se comprueba en muchos conocidos o amigos, tal vez en nosotros mismos si somos sinceros. El fondo de la paz es espiritual y religioso, y en estas fechas es bueno redescubrirlo. Como viene afirmando el Papa Francisco, en la vida es muy importante agradecer y perdonar. Si se vive y enseña en las familias, los belenes irradian luz auténtica y renovación. ¡Felices fiestas navideñas y feliz Año Nuevo 2019!
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.