No estoy de acuerdo con el presidente de Freixenet de que la marca Barcelona está muerta. Está herida gravemente: todos podemos agravar la situación o ayudar a paliarla.
Tal vez José-Luis Bonet, presidente de Freixenet y presidente de la Cámara de Comercio de España, ha buscado una afirmación más contundente para precisamente ayudar entre todos a resolver la grave situación creada por el independentismo catalán, la DUI y los hechos que todos sabemos. Pero si algo está muerto, no hay nada que hacer: si está herido, hay esperanza.
Bonet ha hecho estas declaraciones tras perder Barcelona la sede de la Agencia Europea del Medicamento, y ha vuelto a recordar que él planteará a Freixenet lo mejor tras los resultados del 21-D. Puede ser la empresa número 3.000 que se traslada de Cataluña, cifra a la que ya nos estamos acercando.
Para que Cataluña recupere la normalidad, hace falta que los catalanes voten en ese sentido el 21-D y se siga aplicando el Estado de Derecho, no sólo en el sentido del artículo 155 si hiciera falta, sino también en el “humus” que ha sido el caldo de cultivo del independentismo: la educación y los medios de comunicación.
La brecha entre catalanes y resto de España se ha agrandado: los catalanes piensan que el resto de los españoles no les queremos, y el resto de los españoles piensa que los catalanes no les quieren.
Es un diagnóstico simplista, pero que explica la crisis de convivencia en Cataluña, insoportable para muchos, pidiendo el traslado ya a otras zonas de España, y que parece dar alas al boicot a los productos catalanes: “si no nos quieren, nosotros tampoco a ellos”, argumentan.
Cataluña está herida gravemente. Boicotear sus productos es ahondar en la brecha con un territorio español. Además, Cataluña ha acogido a cientos de miles de españoles durante décadas –andaluces, aragoneses, castellanos…-, que allí han trabajado y trabajan, han formado familias, y están agradecidos a cuanto Cataluña les dio en el pasado, muchas veces una vida laboral que no obtenían en sus lugares de origen.
Como yo viví en Barcelona nueve años, tengo familiares y amigos en tierras catalanas, y a cuanto escribo pongo nombres y apellidos. No sé si es el motivo para exponer mi opinión de que no es hora de boicotear los productos catalanes, en una situación de extrema gravedad, pero sí es momento de repasar la historia, ser agradecidos y no dejarnos llevar por el hartazo ante una situación que ha creado la minoría independentista, ante la pasividad y sufrimiento de la mayoría silenciosa o silenciada, y las omisiones y pactos interesados de los diversos gobiernos del PP y del PSOE, puestos a repartir responsabilidades.
Llega la Navidad. El PP propuso el martes una iniciativa para que no siga el boicoteo a los productos catalanes: el PSOE se opuso. Al final, es decisión de cada uno comprar un cava u otro, por ejemplo, pero yo prefiero la solidaridad frente a la venganza ante una minoría alocada. Aquello de que no paguen justos por pecadores.
Bonet debería calcular con sus declaraciones lo que ayuda a resolver la situación y lo que tiñe de colores apocalípticos. Que Freixenet luego decida lo mejor para la empresa.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.