Y Alegra saber que un colegio de Castellón, el colegio Lledó, incorpora Oratoria como asignatura en Secundaria. He defendido desde hace décadas que esté presente en la enseñanza y en actividades escolares. Otros colegios de la provincia que cuidan la oratoria son los colegios de Betxí, Miralvent y Torrenova, que la potencian a todas las edades de los alumnos, e incluso tienen oratoria en inglés. La comunicación tiene creciente importancia, y uno de los aspectos cruciales es el de hablar en público con corrección y destreza. Si tiene algo de verdad la afirmación de que lo que no se puede explicar es porque no se sabe, son décadas de comprobar que hay personas con amplios e interesantes contenidos que no saben exponerlos, no ya en foros numerosos, sino incluso en reuniones de trabajo con un número reducido de personas. Tuve la suerte de estudiar en el colegio Viaró, cerca de Barcelona, y en Lengua se nos enseñó a hablar en público: de ahí puede proceder mi alta valoración de la oratoria.
Se define la oratoria como el arte de hablar en público con elocuencia, con la finalidad de persuadir o conmover al auditorio. Esta definición requiere algunos matices, ya que muchas veces la elocuencia no es necesaria ni conveniente –puede retraer a los oyentes, puesto que parece que quien habla se está escuchando a sí mismo-, y no se trata siempre de persuadir o conmover, porque se cae en extremismos o giros verbales de dudosa aceptación. Se trata de exponer con claridad y síntesis, dirigiéndose a la cabeza y al corazón de los oyentes. Si nos parece que quieren conmovernos con estímulos sospechosos, rechazamos una elocuencia teatral, que suena a engaño.
No todas las personas tienen la misma capacidad para la oratoria, como sucede en casi todo. Sin embargo, todos podemos mejorar. Algunos no vocalizan, no se esfuerzan por hacerlo, hablan como susurrando y muchos desconectan. Hace falta un esquema mental, midiendo los tiempos. Jugar con los silencios y los diversos ritmos en la exposición. El humor es útil si no es disfraz de superficialidad. Se habla con la boca, con las manos, con los ojos. Saber destacar ideas desde ángulos distintos.
Hay personas bien preparadas que no saben mirar al público que les escucha, se aferran a un papel sin capacidad para sintonizar con los oyentes, y así se produce una desconexión máxima entre el ponente y quienes escuchan. También hay quienes no valoran la importancia de captar el interés, y la escucha es tediosa e ineficaz, una pérdida de tiempo. Si se valora más hablar en público, se puede mejorar, y mucho.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.