Posible explicación de un cobarde ensañamiento

Ha fallecido Javier Marías, cosa de la que ni me alegro ni por la que me compadezco. Si lo traigo a colación es porque era hijo del gran filósofo español Julián Marías, al cual, a pesar de haber sido un represaliado por su condición de republicano y por su cercanía a D. Julián Besteiro, en 1942, se le ofreció incorporarse a la Universidad, rechazando tal oferta, al no estar dispuesto a jurar su adhesión al Régimen. Este hecho le supuso el ostracismo oficial, pero es que el rojerío asesino también lo marginó, por su condición de católico, negándole, tanto el pan y la sal, como un lugar en su Olimpo de mentira y manipulación, Olimpo al cual Julián Marías jamás pretendió incorporarse. 

Sin embargo, la Universidad estaba llena de rojos, por lo que se ve, rojos a posteriori del Régimen, los cuales, para sentar plaza de profesores, tuvieron que jurar, y lo hicieron sin ningún escrúpulo, su adhesión al Movimiento, lo cual les convierte en perjuros, así como les quita cualquier autoridad moral para criticar al Caudillo, por incumplir su juramento de fidelidad a la II República, aunque, en el caso de Franco, fue leal a la República, ya que contra quién se sublevó fue contra el gobierno asesino del Frente Popular, es decir contra una degeneración monstruosa de la República. O sea, Franco, digan lo que digan los herederos políticos del régimen asesino nacido en España en febrero de 1936, no fue perjuro. Mientras que los rojos que juraron fidelidad a los Principios Fundamentales del Movimiento, si que lo fueron, cuando el día 23 de noviembre, tras cerciorarse de que no iba a resucitar, manifestaron su condición de antifranquistas sobrevenidos.

Muchos de estos rojos, dicen que, cuando tomaron posesión de su plaza, ellos no juraron. Alguien miente, porque, jurar, lo que se dice jurar, juraron. No obstante, aceptemos la tesis de que no lo hicieron, se supone que porque se negaron. Entonces cabe preguntarse si aquel Régimen era una dictadura, porque si lo hubiese sido, la negativa a jurar hubiese supuesto la pérdida de la plaza, cosa que no sucedió, así como represalias de corte, digamos que comunista. En consecuencia, si no juraron y, aun así, tomaron posesión, nos encontramos ante dos posibilidades, o miente el que dice que se negó a jurar o aquella dictadura no era tan dictadura y era una «dictablanda». 

Lo más seguro es que el valiente, después de la muerte del Caudillo, porque, hasta ese momento, le rindió pleitesía o silencio cobarde, jurase, y además con ganas y excelentes propósitos y actitud, a lo cual hay que sumarle el hecho de que a la dictadura no le hiciese falta ser tan dictadura, porque la mayoría del pueblo español estaba con su Caudillo.

Este tipo de actitudes podrían explicar el cobarde ensañamiento que hay detrás de las leyes, denominadas de memoria histórica democrática.

 

  • Miguel José Alabort Jiménez es licenciado en Derecho y Graduado Social.