Con Hitler suicidado en Abril de 1945, pocos días después, el 8 de Mayo a medianoche se firmó en Berlín la rendición de Alemania a las fuerzas aliadas. En el Pacífico, los EEUU continuaron la guerra con Japón que solo acabaría en agosto tras las trágicas explosiones atómicas en Hiroshima y Nagasaki.
Rusia viene celebrando anualmente con gran esplendor ese 9 de Mayo que Moscú considera fue su gran victoria contra el nazismo alemán. Y este año quería darle especial énfasis por estar luchando Rusia, dicen, contra el “nazismo ucraniano”.
La celebración se extendía a varias capitales europeas donde los embajadores rusos tenían instrucciones de asistir a actos conmemorativos en cementerios donde yacen soldados soviéticos caídos en la II Guerra Mundial.
El embajador ruso en Varsovia había sido aconsejado que este año, con la guerra de Ucrania en marcha, con cinco millones de refugiados ucranianos residentes en Polonia y con el prestigio ruso por los suelos, sería más prudente abstenerse de participar. No lo hizo y el sufrido embajador se llevó una buena ducha de pintura roja -“sangre de ucranianos”, dijeron- que encajó estoicamente.
No hay que dudar que el número de víctimas que los ejércitos soviéticos sufrieron durante aquella terrible guerra -alrededor de 25 millones de muertes- contribuyeron grandemente a la victoria final de los aliados.
Tampoco hay que olvidar los crímenes ominosos del régimen soviético que en 1940, cuando la guerra apenas había comenzado, asesinaron vilmente en Katyn a 22.000 políticos, militares e intelectuales polacos procurando así cerrar el paso a una Polonia libre y occidental cuando aquella guerra acabara.
Y en 1944, cuando ya Hitler estaba al borde de su derrota, cuando los jóvenes polacos protagonizaron una insurrección para marcar un futuro post bélico de su país independiente, las tropas soviéticas observaban desde el otro lado de Vistula, como aquella rebelión era derrotada, Varsovia quedaba literalmente arrasada y el futuro de Polonia bajo la bota de Moscú irremediablemente durante casi medio siglo.
La Unión Soviética demostró durante aquellos años tener tanto empeño en derrotar el nazismo hitleriano como en imponer el comunismo que; a medio plazo costaría más víctimas que el nazismo. Se estima en más de cien millones las victimas en todo el mundo, incluidos Rusia, la hambruna ucraniana, la revolución maoísta, Kampuchea y otros lugares de todos los continentes que se vieron atraídos por tan letal ideología.
Desde la caída de la URSS en 1991, la Rusia de Putin ha modificado aparentemente el régimen introduciendo una especie de híbrido entre democracia-autoritarismo-totalitarismo de imposible exportación. En el fondo Putin está intentando recuperar la grandeza imperial zarista y soviética lo que le emplaza en muchos aspectos -orgullo militar, falta de libertades, terror social- muy cerca del ambiente que se respiró en la larga era comunista.
Puesto que tal filosofía hoy no cotiza en bolsa y es inexportable, Putin está recurriendo a otras argucias -amén de la fuerza bruta como la vemos a diario en Ucrania y la vimos en Georgia, Moldavia y Kazajistán- que se reflejan en intoxicar las elecciones en los países occidentales (las de EEUU y Francia fueron sonadas) en propiciar los movimientos separatistas reuniendo anualmente en San Petersburgo a líderes catalanistas, escoceses, corsos etc. Y como acabamos de descubrir, ofreciendo fondos y tropas a Puigdemont y sus seguidores. Alta traición.
En España tan sutil y elevada política nos cae grande. El escándalo salta con la crisis de Marruecos, se continúa con las acusaciones de espionaje a los golpistas catalanes que “lo volverían a hacer” y culmina con él Pegasus aplicado también a Sánchez y a algunos de sus Ministros.
¿Solución? Mantener a la Ministra de Defensa que ha tenido que hacer un papelón vergonzante pero “Sustituir” a la impecable directora del CNI por otra funcionaria de semejante perfil para lograr que Frankenstein no se resquebraje ante de que en junio se celebre en Madrid la Cumbre de la OTAN. Una Cumbre que, conviene recordar fue comprometida por Rajoy durante su último mandato.
Eran otros tiempos.
Jorge Fuentes Monzonís-Vilallonga es Master en Ciencias Políticas y Económicas y Derecho.
Diploma de Altos Estudios Internacionales. Embajador de España en Bulgaria en 1993.
Primer Embajador de España en Macedonia en 1995.
Embajador de España en Bruselas WEU en 1997, entre otros cargos.