El presidente de Mercadona, Juan Roig, intervino el pasado lunes en el XXI Congreso Nacional de la Empresa Familiar, en Valencia. Como en él es habitual, fue claro, directo, y sintonizó plenamente con los empresarios. Estaba en el foro donde es admirado y respetado. Es más: sus intervenciones tienen un interés más allá del puramente empresarial, pues habla de la vida misma y cualquiera que le escuche o lea se adhiere a la mayoría de sus planteamientos.
Juan Roig tiene el aval de sus logros en Mercadona: 85.000 empleados los dos tercios mujeres y la práctica totalidad con contrato indefinido, y 1620 supermercados. ¿La crisis económica y laboral en España? En 2012 tenía 71.000 empleados, y cada año aumenta en miles los empleados. Innova continuamente, prepara con calma los pasos que va a dar, aprende de sus errores y lo reconoce: por ejemplo, hasta hace poco no era partidario de la venta on line en Mercadona, y cambió de opinión, yendo en estos momentos muy bien.
Es el exponente máximo de la empresa familiar en la Comunidad Valenciana, donde el 91% del empleo lo generan las empresas familiares. Juan Roig tiene el 50% de Mercadona, su esposa Hortensia tiene el 30%, su hermano Fernando Roig el 9% y el socio Rafael Gómez el resto.
En el polo opuesto, Pedro Sánchez salió trasquilado de ese foro. Llegó tarde, tuvo que escuchar las críticas a su política cortoplacista y sólo pendiente de conservar el poder. Tal cual se lo dijeron los empresarios. No convenció a los 700 líderes empresariales. Es más: indignados con las medidas económicas que está poniendo en marcha el Gobierno o ha anunciado. Ni un aplauso.
En más de una ocasión, he oído a algunos que ojalá Juan Roig fuera presidente del Gobierno, o vicepresidente económico e industria. No lo dicen los empresarios, porque saben que es una quimera, pero a veces la política-ficción arroja algunas luces.
Un excelente empresario como Juan Roig no tiene seguro ser buen político, donde reina la apariencia, la pose, la foto, el pacto. Basta recordar el caso de Manuel Pizarro. Es un empresario, que sabe de realidades, resultados, creación de empleo indefinido.
Pero es interesante imaginar a un Juan Roig como presidente del Gobierno. Introduciría criterios de productividad, cumplimiento de funciones y horarios entre los funcionarios y empleados públicos, planteamientos por encima del hoy, planificaría, estoy seguro que intentaría adelgazar el Estado y propiciar cuanto favorezca el protagonismo social y económico de la sociedad civil.
Desde luego, no frivolizaría como hace el actual Gobierno sobre la cotización de los autónomos por poner un ejemplo.
Sigamos imaginando: Mercadona no invierte en publicidad, piensa que la mejor publicidad es trabajar bien. ¿Qué haría Juan Roig con la denominada publicidad institucional, que tiene tintes con frecuencia de compra de medios?
Juan Roig buscaría la creación de empleo y reactivar la economía, que ya está desacelerando. No admitiría peajes para nombrar en empresas públicas a presidentes, consejeros o directivos por colocar a políticos descolocados, parientes o amigos. Defendería la profesionalidad.
Por todo ello, Juan Roig nunca será presidente del Gobierno, ni vicepresidente económico. Esto no debería ser óbice para que los gobernantes hablen con él con frecuencia, y antes de adoptar medidas, porque no se vende a ningún partido político. Hasta esto último parece una utopía, porque nuestros gobernantes quieren escuchar lo que les interesa, y predomina la ideología, sobre el buen funcionamiento de la economía.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.