Así salieron de la cárcel el miércoles pasado, los indultados del ‘procés’: “No callaremos nunca y seguiremos adelante”. Un buen resumen de lo que expongo en estas líneas.
La sesión de control en el Congreso de los Diputados al Gobierno de Pedro Sánchez apenas aportó ninguna novedad. Ni siquiera que Pablo Casado pidiera la dimisión de Sánchez, que convoque elecciones y que los españoles voten sobre los indultos: ya es sabido que la mayoría está en contra, y que Pablo Casado lo iba a pedir.
Ni por asomo pasa por la cabeza del presidente del Gobierno dimitir ni convocar elecciones. A Sánchez se le pueden adjudicar diversos calificativos, pero tonto no es: un líder que es echado del PSOE y es capaz luego de regresar, imponerse, y laminar a todo el que se le oponga, es ambicioso y sin principios, pero no lerdo.
También era previsible que el portavoz de ERC, Gabriel Rufián, exprimiera la debilidad de Sánchez, pidiendo irónicamente que expusiera los planes tras los indultos. ¿Planes? Seguir cediendo en todo a los independentistas y filoetarras, que lo impulsaron al poder, le mantienen y le mantendrán mientras ceda a sus continuos chantajes.
Rufián se lo dijo claramente, con esa pregunta retórica de si los indultos eran valentía o necesidad.
Los chantajes a Pedro Sánchez los sabíamos en parte, y otros los podíamos imaginar. Mi pregunta es inquietante, lo sé: ¿Qué hay tras los acuerdos de investidura y que no sabemos ni sabremos? Bueno, tal vez bastara un cheque en blanco: “haré todo lo que me pidáis para seguir en el Gobierno”.
Reconozco que me indigna seguir escuchando, en el Congreso y en conversaciones con colegas y amigos, que no hubieran votado a Sánchez si hubieran sabido sus intenciones, incluida la de los indultos vergonzantes. Siento escribirlo: no sé si son más peligrosos los malvados que los ingenuos, porque los malvados perviven gracias a los ingenuos.
Se oye entre los propios socialistas: “No nos esperábamos que llegara a este extremo, que nos va a hundir como partido en los próximos años”. Hay quien habla de que el coste de los indultos para el PSOE puede llevarle a su insignificancia política, como ha sucedido en otros partidos socialistas europeos por otras razones, e incluso a no descartar su desaparición como partido político.
A mí, personalmente, que un partido político se hunda o no, me parece algo muy aleatorio, hasta irrelevante para los ciudadanos. Lo tremendo es que Pedro Sánchez es una marioneta que baila al son de su ambición y la ausencia de principios, y tiene un alto coste para España: en empleos, en relaciones exteriores –Estados Unidos nos desprecia y Marruecos se ríe, reiterando sus afirmaciones de que Ceuta y Melilla son ciudades marroquíes ocupadas-, en los 140.000 millones que nos va a dar o prestar la Unión Europea según vea la seriedad y el rigor de su previsión, en el paro, en una economía crecientemente débil, en la educación, en la falta de protección a la vida. La eutanasia es su medida estelar, todo un síntoma de fracaso estrepitoso, y que hoy entró en vigor.
¿Y ahora qué? Hasta ERC considera insuficientes los indultos. Se vislumbran cambios en el Código Penal. Me gustaría saber las instrucciones que se dan a los Mossos ante brotes de violencia independentista, a su “trato” con los miembros de los CDR: instrucciones que no serán por escrito, claro, sino de palabra, escalonadas, de modo que no queden pruebas.
Se permitirá a TV3 todo tipo de apología del independentismo, ridiculizando todo lo “español” con ocasión y sin ella: hace ya años que el término “español” se usa por una parte de catalanes para insultar, ¡y no representan a la mayoría de los catalanes, pero lo están imponiendo!
Serán indulgentes con los okupas, con Ada Colau a la cabeza, pero se llamará “fuerza de ocupación” al Ejército. Se seguirán quemando banderas españolas y fotografías del Rey, sin ni siquiera multar por ensuciar plazas o calles. Esa es la convivencia y el diálogo que Pedro Sánchez dice perseguir en Cataluña: no hacer nada, y dejar hacer a los independentistas.
Los indultos no arreglan nada, sino que avisan de que, si Sánchez ha sido capaz de venderse de esta manera, nos falta ver toda una retahíla vergonzante de chantajes.
A quienes no votaron en las pasadas elecciones generales y a los que votaron a Pedro Sánchez: se sabía que esto iba a pasar.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.