Cuando escribo estas líneas, el mundo entero está pendiente del recuento electoral en Estados Unidos, y es lógico porque es la primera potencia mundial.
Las encuestas daban como claro ganador al demócrata Joe Biden, pero se ha ido viendo conforme se acercaba el día de las votaciones que Donald Trump se iba acercando, y había margen para la sorpresa, evocando el panorama que se vivió hace cuatro años con Hillary Clinton.
En los cuatro años de Trump, la economía estadounidense ha ido muy bien, exceptuando la pandemia, que a casi todos los países ha golpeado, y es un aspecto que seguro han tenido en cuenta al votar.
En el otro lado, Biden se presenta como un hombre discreto, más bien parco, a diferencia de un Trump con incontinencia verbal, amenazante casi por sistema, pero que encarna la convicción de muchos norteamericanos de “cualquiera menos Trump”.
Trump tiene 74 años y Biden 77 años: llama la atención la edad de ambos, para un cargo de gran desgaste y máxima responsabilidad diaria.
Hay datos de elecciones norteamericanas –y de otros países– que se deciden por muy pocos votos, y parece que esto puede pasar en esta ocasión
El recuento en estas horas deja abiertas las dos posibilidades, que gane Trump o que gane Biden. Ya me equivoqué hace cuatro años, pensando que ganaría Hillary Clinton, y ahora no me siento capaz de hacer un pronóstico, también porque pienso que la idiosincrasia de los norteamericanos es tan específica que nos cuesta a los europeos captar sus sentimientos y tendencias, y eso lo afirman los propios norteamericanos, que no les conocemos bien.
Sin embargo, más allá del resultado final –que tiempo habrá de analizarlo– Trump ha insultado en las últimas horas a la democracia, por su falta de respeto a las reglas electorales. Encaja su actuación y palabras en lo que él mismo ha afirmado, que es fácil ganar, y difícil perder, y que a él le cuesta perder.
Se proclama vencedor antes de hora, cuando falta por saber el resultado de estados decisivos, y con millones de votos por contabilizarse. Esa precipitación ya es una falta de respeto en unas elecciones democráticas. Y tiene razón Biden al afirmar que ningún candidato puede declararse ganador todavía.
Y además se atreve a hablar de fraude electoral sin pruebas, amenazando con llevar las elecciones al Supremo y parar el recuento electoral.
Sea cual sea el resultado, el tono amenazante de Trump es un insulto. No sé a otros, pero opino que las bravuconadas sistemáticas no facilitan el respeto y alejan votantes, también en Estados Unidos.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.