La atención médica debe ser presencial, o no es atención médica. Es gravísimo lo que estamos viviendo en España con un estoicismo llamativo, en medio de las quejas de todo el mundo, pero ya casi admitiendo como irremediable la atención telefónica.
No soy médico, pero recojo la opinión de todos los médicos con los que he hablado, que sufren por la actual atención sanitaria en España, invocando las medidas de protección contra el coronavirus. Para protegernos, hay que salir al paso de la enfermedad; y para ello, hay que ver al enfermo.
Es una realidad que no deberíamos tolerar: llamar por teléfono como diez o doce veces –comunicando, no descuelgan, etc.– para, si se tiene suerte, decir a la recepcionista que el médico de Atención Primaria le telefonee cuando pueda. Y por teléfono llama el médico, cuando puede y a la hora que puede: él tiene un trabajo que realizar, pero también los pacientes lo tienen, y están en vilo pendientes de recibir esa llamada telefónica, a veces con auténtica angustia.
La medicina requiere ver al paciente, no ejercerla por teléfono. Me contaba Alberto, un amigo médico de Atención Primaria –al que llamamos todavía médico de cabecera, o médico de familia- , ya jubilado, que está sufriendo lo indecible viendo el panorama actual. Y me contaba que una vez le llamó un paciente por unas molestias en la garganta, cuando trabajaba de médico rural: fue a verle, estaba mejor de la garganta, pero le palpó y vio que tenía ¡tétanos!, enviándole urgentemente al hospital, y gracias a eso salvó la vida. Por teléfono le podía haber recetado un jarabe o unas pastillas, y hubiera muerto en pocas horas.
No tiene justificación la atención médica telefónica. Para combatir el coronavirus, hay que hacer visitas al domicilio o ver a los pacientes en el centro de salud. Conversaciones telefónicas con frecuencia confusas, interminables, son una caricatura del ejercicio de la medicina. ¿Coste en vidas de esta atención telefónica?
Dicho de otro modo: ¿por qué en la sanidad privada se atiende presencialmente y no en la pública? Tan sanitario debe ser un servicio como otro. Se puede ir a trabajar, a comprar, y los niños a la escuela, pero no se puede ir al centro de salud: lo que no se entiende es porque muy probablemente no es defendible, ni razonable, pero seguimos tragando.
¿Qué está sucediendo? Que quien puede pagárselo va a un médico privado, y que las Urgencias se están saturando de pacientes que no son atendidos por la Atención Primaria, pero quieren ¡ser vistos, escuchados, atendidos por un médico, y tienen derecho! Llegan a nuestros oídos historias penosas de estos días.
Y el humor hispano también refleja el caos de las llamadas telefónicas a los centros de salud. Como un audio que se está difundiendo por redes sociales, con la llamada a un centro de salud, y que contesta: “si sabe dónde le duele, marque el 1; si le duele en varios sitios, marque el 2; si es un dolor en días alternos, marque el 3;…” Y al final, la voz grabada contesta: “Si no sabe dónde le duele, no vuelva a llamar”.
Es penosa la situación. Más médicos, más horas: son la solución, no el teléfono.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.