La portavoz del PP en Les Corts, María José Catalá, ha puesto el dedo en la llaga. La Comunidad Valenciana es líder en casos de violencia sexual, con 1.623 alteraciones de la libertad sexual entre enero y septiembre de este año, con una tasa de 23,6 por cada cien mil habitantes. Ante ese dato alarmante, no cabe el silencio, porque todo gobernante, todo político, defiende la libertad de palabra, y lo que cualifica de verdad son los hechos congruentes y coherentes con los discursos. Si hiciéramos una encuesta sencilla, pienso que el resultado sería que la divulgación sexual es asociada a las izquierdas, y la seguridad a las derechas: en ambos casos se habla de libertad, pero con un enfoque distinto. El ‘sexo libre’ y la difusión imprudente de las enseñanzas sobre el sexo son el caldo de cultivo de lo que estamos sufriendo. Si ha aumentado la violencia sexual y somos líderes, algo hay que analizar y bajar esta espiral.
Catalá ha pedido a la ministra Irene Montero que si, de verdad le importan los casos de violencia sexual, que se pronuncie sobre lo que investiga Europa de los abusos a menores tutelados en la Comunidad y en Baleares. Catalá ha respondido así al anuncio de la ministra Irene Montero anunciando para 2023 la apertura de centros de atención contra las violencias sexuales en cada provincia, alegando que “es una buena noticia pero antes debe ocuparse de lo que ya hay”. Ha criticado el ‘postureo’ de Montero. La portavoz del PP ha sido dura, al afirmar que “a las víctimas no les creen ni escuchan los órganos institucionales competentes (la Consellería de Igualdad de Mónica Oltra)”.
Todo delito, toda violencia, también la violencia sexual, se multiplica cuando no se ataja con decisión, con valentía, caiga quien caiga. Lo que da credibilidad a las palabras, a los anuncios sobre protección de las mujeres, son los hechos, que otorgan la legitimidad para hablar.
En Igualdad y Justicia, las conselleras Mónica Oltra y Gabriela Bravo, deberían analizar las causas de este lamentable liderazgo en violencia sexual. El conseller de Educación, Vicent Marzà, también debería pensar. La banalización del sexo es una siembra de violencia. El sexo no es un juego ni un inocente ingrediente de lo que algunos intentan difundir como pluralismo, libertad o modernidad, dando rienda suelta –también en menores de edad– a aspectos importantes de la personalidad humana. Incluso piensan que da votos la frivolidad sobre el sexo, estimulando la desinhibición. No ahondarán por sectarismo y por una superficialidad cobarde.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.