Tras las elecciones del 13-F en Castilla y León, se ha incrementado la estrategia de demonizar a Vox. Los calificativos se quedan cortos: desde los más suaves como “ultraderecha”, “radical”, “populista”, a los más tremendos como “anticonstitucionalista”o “peligro para la democracia”.
Incluso estamos asistiendo a una oferta insólita de Pedro Sánchez: tan grave ve la hipótesis de que el PP pacte con Vox en Castilla y León que ofrece abstenerse el PSOE, a cambio de que rompa el PP en toda España con el partido de Santiago Abascal.
Sencillamente, me parece esperpéntica la oferta de Pedro Sánchez, que pacta sin reparos con Bildu –y por quinta vez le apoya para que sigan los homenajes a etarras– o con partidos que han protagonizado escenas multitudinarias de violencia física como ERC.
Isabel Díaz Ayuso ve la trampa con más claridad que otros, y lo ha dicho: lo que no haría es pactar con quienes pactan con Bildu, sin cerrarse a otros pactos.
Hay partidos como Bildu o ERC que han usado y legitiman la violencia, enaltecen el terrorismo o fomentan una violencia callejera permanente bajo pretexto de unas ideas políticas. Que yo sepa, nada de eso caracteriza a Vox, ni en su programa ni en su actuación. Aunque Eduardo Madina haya dicho lo contrario.
¿Quiénes son los peligrosos? La izquierda quiere seguir ostentando el dominio de lo imperante en la opinión pública, lo denominado “políticamente correcto”, regando adecuadamente a ciertos medios de comunicación, y orquestando una campaña en toda regla para aislar a Vox, negarle legitimidad, ya que no es posible negarle la legalidad. Y la izquierda contagia al PP, que está cayendo en la trampa.
Si en Castilla y León Vox ha tenido el éxito de pasar de 1 a 13 diputados, más sensato es analizar las causas que negarle el diálogo y hasta el saludo, como si fuera un apestado. Los otrora votantes de Ciudadanos han votado a Vox. El PP sí que debería analizar por qué los desencantados del PP y de Ciudadanos votan a Vox, y no caer en demagógicas y torticeras maniobras prefabricadas, cocinadas y perpetuadas por la izquierda.
Santiago Abascal se precipitó ante los resultados del 13-F, hablando ya de la vicepresidencia para Vox. Abascal ha de ser más hábil, jugando con las palabras en su particular caso “debe tener más mano izquierda”, expresión que seguro que no acepta ni en broma. Algo más de mano izquierda y de sentido del humor le vendrían bien, para el bien de su partido, la salud de algunos españoles que parecen estar en tensión permanente por sus palabras, y de la propia democracia española.
No sé cuántos votantes de Vox conoce el lector de estas líneas. Suelen decirlo sin rodeos. La mayoría, desencantados con el PP por cuestiones ideológicas –ideología de género aceptada sin más, aborto aceptado sin medidas que fomenten una cultura de la vida, política de inmigración que no asume controles o exigencias de países de nuestro entorno– y por lo que consideran vaivenes de rumbo en sus dirigentes, antes con Mariano Rajoy y ahora con Pablo Casado.
Entre esos votantes, no conozco ningún violento ni radical, siento decirlo a quienes afirman sin más que Vox es un partido radical. Vox es partidario de adelgazar la Administración, pero de verdad, porque en la teoría casi todos los partidos lo afirman pero luego no articulan medidas, y ahora está aumentando el número de empleados públicos de la mano del Gobierno de Pedro Sánchez.
En Castilla y León el PP puede gobernar con los partidos de la España Vaciada: leoneses, sorianos y abulenses le pueden dar 7 escaños, y ya sumaría 38, suficiente para gobernar, aunque sea en minoría.
Abascal tendría que saber que pactar con Vox no era la única opción y que, si él se empeña en seguir forjando un “irremediable” y obligado pacto PP-Vox como una imposición rectilínea a un PP asustado y hasta acomplejado por la presión de la izquierda, le hace más agresivo y amenazante, cuando debería saber que la línea recta no es la mejor siempre y que se consigue más con miel que con hiel.
Sobre todo, el PP no ha de caer en la trampa, porque el futuro puede ser un pacto del PP con Vox, también a nivel estatal. Vox está en línea creciente. Unos y otros han de ser más hábiles sin caer en la trampa que le está tendiendo la izquierda, que está actuando estos días al unísono.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.