El alcalde de Valencia, Joan Ribó, nos tiene acostumbrados a excentricidades, a falta de conexión con la cultura y tradiciones valencianas, a pretender imponer su ideología so pretexto de que es ajeno a todo lo religioso: valga como ejemplo la excéntrica cabalgata de las Magas de Enero, con un fracaso total. Ribó tiene 74 años, catalán de nacimiento – le debe muchas cosas a Valencia, y como alcalde debería sintonizar con los sentimientos de la ciudad -, ha manifestado recientemente que no le entusiasma seguir como alcalde por las dificultades sociales actuales. Ni se ha movido por la Copa América, en beneficio de Barcelona. Está de salida, pero reafirmándose en sus rechazables y sospechosas decisiones.
La penúltima de Ribó ha sido con motivo de la fiesta de los Desamparados. Ha vuelto a ausentarse de los actos de la Mare de Déu, alegando que no va a eventos católicos, ni protestantes ni musulmanes, que nunca ha asistido a eventos religiosos. Poco antes de celebrarse el domingo el Traslado de la Virgen, escribió un ‘tuit’, diciendo que “tenemos por delante un domingo fantástico para ir a la Feria del Libro y leer”. Ante el fervor de los valencianos y una fiesta tan señalada, alienta a ir a la Feria del Libro, mostrando así su sectarismo, porque el traslado de la Virgen es un día al año durante un corto espacio de tiempo. ¿Cómo calificar eso? Ningunear las tradiciones valencianas, faltar al respeto religioso, descarrilar políticamente: todo menos estar a la altura como alcalde, por hechos y palabras.
Ante la incertidumbre de que vuelva a presentarse en las próximas elecciones, la portavoz socialista en el consistorio y vicealcaldesa Sandra Gómez ha manifestado su ilusión por ser alcaldesa, así como la portavoz del PP en el ayuntamiento, María José Catalá. Es evidente la fuerza que ambas tienen frente a un Ribó en retirada.
Participar en los actos religiosos de la patrona de la ciudad es vivir con el pueblo. Las grandes festividades religiosas se celebran en el ámbito civil, porque lo religioso forma parte de la cultura de un pueblo, no se puede aislar lo religioso ni ignorarlo. Como Ribó, muchos que pretenden separarlo es porque les molesta lo religioso, les gustaría que no tuviera actos públicos, relegarlos a las sacristías, como a los primeros cristianos. Por eso anima a ir a la Feria del Libro cuando se celebraba el traslado de la Virgen. Además de sectario, un Ribó provocativo ha indignado de nuevo a quienes tienen devoción o simple respeto, y no confunden clericalismo con anticatolicismo.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.