La alienación, digamos severa, que sufre nuestra juventud, supone la aceptación, sin resistencia, de un estado de cosas que les excluye directamente de la vida laboral y en general no les da oportunidad alguna para desarrollarse como personas, sin que esto, sorprendentemente, produzca reacción o rechazo alguno en ellos, sin que les parezca extraño ni antinatural; convirtiéndose, en consecuencia, a ojos vista, en una especie de mendigos modernos que incluso se visten como tales, y creen ir a la moda imitando a éstos, con ese decadente estilo “clochard” consistente en pantalones rotos y desgastados, chaquetas viejas, todo ello aderezado con autolesiones corporales tales como tatuajes, piercings, anillos, tintes de pelo de colores inimaginables… y utilizando patinetes para desplazarse, como colegiales… con sus mochilitas al hombro y los “cascos” puestos.
Llegados a este punto, nos podemos cuestionar si se promueve la moda de ser estúpido. Nos puede hacer gracia, pero el tema produce cierta curiosidad…esa moda clochard… ¿Por qué se incentiva tanto?. ¿Por qué está tan de actualidad?. Las top models, con cuentas millonarias en sus correspondientes paraísos fiscales, visten como mendigas, las cantantes más emblemáticas también…El método nº 8 de Chomsky es precisamente este: “estimular al público a ser complaciente con la mediocridad. Promover al público a creer que es moda el hecho de ser estúpido, vulgar e inculto…”. Al contrario, cualquiera que muestre algo de eficiencia, tenacidad, brillantez, es apartado, no está a la moda, se le juzga como insolidario, egoísta, un peligro para la sociedad.
Por otra parte, como decimos, el nivel de alienación de la juventud actual es tan fuerte que se han convertido en aquellos esclavos que aman sus cadenas de la distopía de Huxley, pues no sólo no cuestionan la situación, si no que sorprendentemente, se alinean ideológicamente con el globalismo, con la banca, con los poderes financieros, con las élites, con un sistema que les tiraniza, comen en burguers yankis y se visten con ropas de algodón de Virginia; y llegan a considerar que ellos son los únicos culpables de su penosa situación, lo cual entronca con el método nº 9 de Chomsky: “Reforzar la autoculpabilidad. Hacer creer al individuo que es solamente él el culpable por su propia desgracia, por causa de la insuficiencia de su inteligencia, de sus capacidades, o de sus esfuerzos”. Así, en lugar de rebelarse contra un sistema económico despótico, el joven se autodesvalida y se autoinculpa, lo que genera un estado depresivo, lo que como mínimo le lleva a un estado de frustración, o bien al consumo de drogas, bien al suicidio en el peor de los casos, y en cualquier caso a la inhibición de su acción frente a este sistema opresivo. En cualquier caso, llegamos al consumo de ansiolíticos, en los que somos los números uno mundiales.
Dado que en el último año, tal y como informaba nada menos que la televisión del “establishment”, RTVE, casi la mitad de los jóvenes confiesa haber tenido ideas suicidas, cabe preguntase si realmente ellos se creen de verdad el cuento que les han estado inculcando toda la pandilla de “educaditos” que tienen por profesores, más los medios de comunicación, más el gobierno con sus medidas orwellianas, o, en caso contrario, son realmente conscientes de la ilógica e irracionalidad del caos y desastre que reina en su derredor y por tanto de la insensatez de un sistema que no les ofrece oportunidades.
En cualquier caso, la realidad parece superar la ficción, puesto que, sorprendentemente, estos jóvenes se comportan como mendigos agradecidos, cada vez que consiguen un contratito de fin de semana, o de una semana, o incluso de un día, con el que cuentan con algo de dinerito para sus caprichos tecnológicos y estúpidos, manteniéndose en un estado permanente de adolescencia eterna, a lo “Peter Pan”, sin opción alguna a tener una vida digamos “seria”. Como dice Iris Simón, no es que los jóvenes tengan la posibilidad de tener experiencias, es que sólo pueden aspirar a esto, pues no se les permite llevar una vida adulta. De la misma forma que no es que no quieran tener una casa propia, si no que los sueldos de miseria que cobran no les permite comprarla.
Al mismo tiempo, se les incita a pedir responsabilidades a sus padres, a sus mayores, como si éstos fueran los responsables de la miseria de su situación, generando un enfrentamiento generacional vacío de causas reales, motivos y razones entre los “millenials” y los “boomers”; un enfrentamiento que evidentemente a nada conduce pues tan víctimas de esta nueva opresión son unos como otros.